sábado, 17 de agosto de 2024

Llonga

Llonga se acaba de ir en busca de Manolo la noche pasada. No lo eligió, porque estas cosas no se eligen, pero ha sido el día de San Roque, él que siempre iba acompañado de un perro ayer continuó su camino con una nueva amiga. Él te enseñará el camino, tantas veces recorrido, para que no te pierdas y llegues cuanto antes.

Mi Gordi.

Últimamente vivía más con nosotros que con su dueña, como si alguien fuera capaz de ser dueño de un ser vivo, y pasaba la mayor parte de los días en nuestra casa, debido al trabajo de María y Juan. Y era feliz. Siempre lo fue, aunque le costaba mucho, tal vez demasiado el exteriorizarlo, y ahora estaba ya acostumbrada a otro ritmo de vida, más acorde con su edad y con la nuestra. Ambos estábamos en la tercera edad, y a ella se le notaba mucho más, seguramente como consecuencia de las múltiples vicisitudes y enfermedades que tuvo que soportar en su vida, pero ha sido, hasta el final, una luchadora, sin quejarse nunca hasta que ha sido inevitable.

Hoy no nos encontramos dentro y fuera de la casa sin tropezarnos continuamente con ella por donde quiera que vayamos. Sin que nos siga cada vez que entramos a la cocina para recibir su trozo de fiambre de pavo, tanto si era cuando se le daba la medicación en forma de pastilla escondida en una loncha o sin venir a cuento. Lo importante era pedirlo y, con la paciencia que les caracterizaba, tanto a ella como a nuestro querido Manolo, siempre tenía recompensa.

Como consecuencia de su grave enfermedad, y habida cuenta de que sufría demasiado a menudo ataques epilépticos, decidimos darle una vida sin reservas, que comiera la comida que Montse le hacía junto con un poco de su pienso, que no se le negaran caprichos en forma de premios y golosinas, que tuviera unos últimos años plenos de felicidad y alegría, como así ha sido hasta ayer.

Nos despedimos de ella una vez decidimos que no había nada que hacer y era inhumano permitir que continuara sufriendo durante toda la noche, y por eso, con gran dolor de corazón acudimos al veterinario de urgencia y dejó de padecer. Hace nueve meses nos despedimos igualmente de Manolo, y es un golpe muy duro perder a los dos en tan poco tiempo, con el enorme dolor que eso supone. Nadie que ame a los perros puede soportar esa pena. Mucha gente no lo puede entender.

En los últimos meses estaba muy afectada en su movilidad, y había que ayudarla a desplazarse; perdió parte de la vista y el oído y la coordinación, por eso, desde que estábamos en Cullera la tenía que bajar y subir al brazo los dos pisos para que hiciera sus cositas; y ella tan ricamente. No se quejaba. ¿Para que?, si estaba como una reina. El que tenía motivos para hacerlo era yo, que soportaba su peso con mis riñones y rodillas. Luego, al subir, el premio no podía faltar. Y no lo hacía. Estuvo todo el día normal, con su rutina, que últimamente era dormir y descansar. Comer y beber.

Pero por la noche se puso muy malita y tuvimos que llevarla a Valencia, donde también acudió Juan para poder despedirse de ella, y allí, entre María, Juan y yo pudo, por fin, descansar. Ahora estarás en el paraíso de los animales. Busca a Manolo; o tal vez él te buscará a ti, porque precisamente tú no has sido nunca muy amable y cariñosa, ni con él ni con ningún otro perro. No le enseñes los dientes amenazadoramente, como solías hacer con casi todos, a pesar de convivir doce años con él.

Quiero pensar que le querías. No puedo creer otra cosa, a pesar de todo. Y quiero darte la oportunidad de que seas su amiga y, juntos, os acordéis de nosotros, que siempre os amamos por encima de todo. Nos seguís haciendo mucha falta todavía ambos. Hemos hecho un hueco en nuestros corazones para guardarte allí para siempre. Junto con Manolo. Imposible olvidaros.

Pórtate bien, Gordi. 

Que tú sabes hacerlo.

Hasta siempre, Llonga

 

-Montse y Migue-

jueves, 11 de enero de 2024

Arantxa.


¿De verdad creías que me iba a olvidar de ti?. Espero que no, porque, de lo contrario tendríamos unas palabritas. Y es que hace unos pocos días escribí algo para tu hermana aprovechando que la había visto, y me prometí que también haría lo mismo contigo.

 No por nada. No por cumplir la cuota que a día de hoy parece ser necesaria e incuestionable para quedar bien, sino porque para mí sois mis sobrinas favoritas, pese a quien pese y/o opine lo contrario.

Yo no me veo en la necesidad de dar explicaciones a nadie.

Mi Arantxi es caso aparte. Cariñosa y mimosona a más no poder; al menos conmigo, que con su novio-amigo-fuerte ya no quiero entrar en detalles, cuanto menos escabrosos. Como iba diciendo, es curioso y, a la vez me resulta muy reconfortante, el hecho de que demuestre tanto cariño cada vez que me ve y me llena de besos y abrazos.

Es, salvando las distancias con Yoli, otra forma de ser, de expresar el mismo sentimiento pero de forma distinta. Cada uno somos de una manera, y eso es difícil, cuando no imposible, de cambiar. Y me gusta, no lo voy a negar. Me siento importante y querido. Orgulloso de tener unas chicas que me transmiten todo su afecto, su cariño, su verdad sin tapujos. Y soy el más feliz del mundo.

Arantxa es, diría yo, la antítesis deYoli. Más temperamental, más de hacer las cosas desde las tripas –en eso se parece a mí- sin pensar más allá de lo que en realidad quiere transmitir; simplemente lo suelta y ya está. Que cada uno lo tome por donde quiera.

Viéndola tratar con su madre, al igual que me pasaba con Yoli, siempre me pareció un poco agobiante -no te enfades-, porque era tal la dedicación que podía resultar excesiva. Y era, ni más ni menos, que amor sin medida, aunque a veces pueda superar al que lo recibe, pero que demuestra entrega total.

Conservas -muchas gracias- una foto que te hice de cuando eras pequeña, y me parece que estás tan orgullosa de cómo quedas, que la tienes en tu perfil de mensajería. Esta misma mañana te he pedido que me la enviaras, porque también a mí me ha gustado siempre y no la tenía. Ahora ya es mía, y la guardaré con cariño.

Hoy, adicionalmente, es tu cumpleaños, y de ahí que quiera aprovechar la ocasión para escribirte estas sentidas letras que salen del fondo de mi corazón, como cada cosa que escribo. Y lamento que, a lo mejor, o a lo peor, no queden tan bien como me hubiese gustado; que uno no está siempre en su momento más brillante ni inspirado, y unas cosas quedan mejor que otras.

Pero lo importante, al menos para mí, es intentar transmitir lo mucho que te quiero y te valoro, no ya como familia, sino como persona, con tus virtudes y tus faltas, con tus contradicciones y tu actitud. Con tu genio –no lo pierdas nunca-, que pueda ser modelado, o no, que eso dice mucho de ti, y con tu manera de estar, distinta y única, como debe de ser.

 Con tu personalidad.

Sabes lo mucho que te quiero, o deberías saberlo, pero por si acaso te lo recuerdo. Estoy muy orgulloso de tenerte como sobrina o, aunque no fuera así, por haber tenido la oportunidad de conocerte y cruzarme en tu camino. Una persona excepcional.  Eres un amor. Sigue así, por favor, porque si cambias no te reconoceré. Y no quiero.

La próxima vez que nos veamos no hace falta que me hagas mucho la pelota por haberte escrito eso. Solamente espero que me sigas queriendo como hasta ahora. Como yo te quiero a ti.

No necesito más.

Tu tío.

-Migue-


sábado, 2 de diciembre de 2023

Yolanda


Yoli es la dulzura.

No encuentro una palabra más adecuada para empezar esta carta que esa, porque es lo que siento, lo que me transmite cada vez que la veo, que la oigo.

Podría parecer mentira viniendo de donde viene, de sus padres, tan distintos el uno del otro y, a la vez, de ella, porque los caracteres, los estilos, la manera de actuar y de comportarse es completamente diferente. Y no sirve esto para desprestigiar a nadie; todo lo contrario; lo que pasa es que a cada uno se le quiere de manera distinta.

Yoli es sosegada, ponderada en el habla, tranquila, cariñosa a más no poder, pero con una manera de expresar su cariño de un modo diferente a los demás, o  al menos, así lo veo yo. Preocupada siempre por los demás; a veces diría que en exceso, como le pasaba con su madre, con mi querida Charo, pero ahí está cuando la necesitas, cuando una palabra de apoyo tiene más valor que un beso, que un abrazo.

Porque ella es así, y así la valoro. A cada uno lo suyo, sin menospreciar las formas, sino el resultado; de modo que, cuando la veo, como el último día que nos encontramos en la calle, sabe transmitirme el pesar que siente por mi reciente dolor. Y no hace falta mayor demostración que el ver en sus ojos la verdad de lo que está diciendo sin palabra. O con ellas.

Recuerdo el día que, siendo todavía novio de su tía, de mi querida Montse, vino con nosotros a visitar a mi familia. Una niña que llamaba la atención por lo bonita que era –que todavía lo es- y que llenaba de orgullo a su tía y a mí el poder presentarla ante los demás.

Ahora, con el pasar de los años y, tras muchas dificultades, ha llegado a un momento en el que está asentada como mujer, como persona autosuficiente que no necesita de nada ni de nadie para afrontar la vida que tiene por delante, a pesar de que, por el camino, hayan surgido varios inconvenientes. Nadie dijo que esto iba a ser fácil. Pero ella sigue adelante a pesar de todo.

Tengo más sobrinas porque, como se suele decir en mi casa: “Si familia has de tener, de parte de la mujer”, y, en mi caso se cumple el viejo adagio, de modo que hay una superioridad manifiesta de mujeres que de hombres, que no hay ninguno, a menos que se cuenten las parejas correspondientes. Pero, continuando con el tema, no todas merecen el mismo tratamiento por mi parte; sin que eso sea dejar de quererlas, aunque, eso sí, de manera muy distinta. Y no me avergüenzo al decirlo.

Yoli no es de mucho contacto físico. No me importa. Y eso que yo soy todo lo contrario. Me gusta mucho que me toquen y tocar. En el buen sentido de la palabra, que, a día de hoy debo de tener mucho cuidado con lo que digo y lo que hago. ¡No vaya a ser….!. Cada uno es como es y nada puede reprochársele; muy al contrario, porque si todos fuésemos iguales sería, cuanto menos, aburrido. Y con esto no quiero pretender que, cada vez que me encuentre con ella, se eche literalmente en mis brazos y me llene de besos. Eso sería antinatural en nuestra forma de ser.

Me conformo con que me quiera como hasta ahora, y yo la quiera de igual manera. Todo lo demás es postureo y mentira, y para eso ya está Telecinco.

Mi querida Yoli significa mucho para mí por ser como es, por tratarme como lo hace y por demostrarme, en suma, lo mucho que me quiere. Y no quiero que cambie. Es única e insustituible. Valiente, comprometida y generosa.

Es mi Yoli, y la quiero a rabiar.

Con todo mi cariño.

-Migue-

martes, 21 de noviembre de 2023

Mi chiquitín.

Tengo que aprender a levantarme cada mañana, hoy ha sido el primer día, cuando me despierte por mí mismo, no al escucharte cuando, con un gañido, me llamabas desde el marco de la puerta de la habitación, sin importarte ni la hora ni el día, para reclamar tu primer paseo matutino. A toque de diana.

Tengo que girar la cara para no buscarte encima del sofá cuando entro en el comedor, porque ya no estarás nunca más. Todo estirado y cómodo esperando la frase que te hace ponerte en marcha para lo que sea. Para lo que sea que hayamos decidido tus dueños, porque para lo que te interesaba a ti no había que repetir nada. Tú mismo decidías lo que querías hacer; para eso eras el amo de la casa.

He de entrar en la cocina sin sobresaltos, saltando por encima de tu cuerpo para no pisarte, porque estás tumbado en la misma puerta esperando a que Montse termine de hacer la papada que se está friendo para el arroz al horno, o quizás para obtener tu tributo en forma de chorizo o mejor, de queso, que siempre pensamos que eras un híbrido entre perro y ratón, por lo que te gustaba. Y siempre, invariablemente obtenías tu premio.

Tengo que retroceder cuando, tras subir de tus paseos, me dirijo invariablemente al bote de los premios, para darte tu parte. Ya no encuentro al que lo demanda sin protestar, simplemente esperando, eso que sabías hacer tan bien. Y te funcionaba a la perfección.

Hablo en presente, pero lo hago en nombre de Montse, como puedes suponer, y lo hago así porque es la única forma que encuentro para dar salida a esa pena tan grande, a ese dolor que me causa físicamente tu pérdida. No hago, no hacemos, nada más que llorar, porque todo nos recuerda a ti. A cada paso que damos, a cada cosa que nos encomendamos nos lleva a pensar en ti. “Esto lo hacía Manolo”. “Esto le gustaba mucho a Manolo”, y así todo el día.

Ayer y hoy han sido, y continúan siéndolo, dos de los días más duros de mi vida; los más penosos. También los de Montse, que pasaba mucho más tiempo contigo que yo y, por lo tanto, la falta que le haces es mayor si cabe. Y llora, y sufre tanto o más que yo. Y María, que no ha podido ir hoy a clase por el pesar que tiene. Ni ella ni nosotros hemos podido dormir esta noche. Estás dentro de nuestras cabezas.

Esta mañana, en el desayuno, no hemos podido probar bocado; tal es el estado de ánimo que nos impide comer, porque ha sido ver Montse el   croissant que cada día compartía contigo para venirnos abajo. Han sido muchos años con las mismas rutinas día tras día, y eso no se puede superar si no es con tiempo. Y no poco, me temo.

Todo pasará, sin duda, aunque nos llevará tiempo.

Pero también tenemos que acordarnos de todos los buenos momentos que nos diste, que no fueron pocos, y recordar, de ese modo, lo bien que lo pasabas compitiendo en carreras alrededor del parque con otros perros, sin que te ganaran la partida. Nunca, hasta que fuiste haciéndote mayor. Como disfrutabas en la playa, cuando te llevábamos a correr por la arena tras la pelota. Lo poco que te gustaba el agua, por cierto. No sólo la del mar o río, en los que tenías que entrar y no querías, sino también cuando había que bañarte, que era ver la manguera y empezar a temblar; igual que hacías al subir al coche; y nunca te acostumbraste.

Cuando, tras tu última salida por la noche, subías y le lamías los pies a Montse; una de tus escasas manifestaciones de cariño a las que nos acostumbramos, porque éramos conscientes de que no te gustaba tampoco que te hicieran muchos mimos, con excepción de cuando te tumbabas estilo bacalao boca arriba y bien despatarrado, para que Montse te hiciera cosquillas en la barriga, porque, de lo contrario le dabas con la patita para que no se olvidara.

Hemos de acostumbrarnos a que nada volverá a ser igual porque faltas tú, y echaremos mucho de menos no tropezar contigo, que siempre esté en medio cuando más lío hay en la cocina. Que no te tengamos que decir: “Chiquitín, tu no bajas ahora”, cada vez que salíamos a la calle; porque te apuntabas a todas y salías deprisa para ver si había suerte.

Y, en definitiva, cuando la pena no sea tan grande y nos vayamos acostumbrando a no tenerte a nuestro lado, entonces, querido amigo, nos daremos cuenta de la enorme suerte que tuvimos. Tú con nosotros y, sobretodo, nosotros contigo.

Que en el paraíso de los perros encuentres a tus amigos, a Luna y a Thais, que te estarán esperando para corretear entre nubes de algodón y que, en tu memoria estemos nosotros, como tú estarás siempre en la nuestra.

Descansa en paz, chiquitín.


-Montse y Migue-