Llonga se acaba de ir en busca de Manolo la noche pasada. No lo eligió, porque estas cosas no se eligen, pero ha sido el día de San Roque, él que siempre iba acompañado de un perro ayer continuó su camino con una nueva amiga. Él te enseñará el camino, tantas veces recorrido, para que no te pierdas y llegues cuanto antes.
Mi Gordi.
Últimamente vivía más con nosotros que con su dueña, como si alguien fuera capaz de ser dueño de un ser vivo, y pasaba la mayor parte de los días en nuestra casa, debido al trabajo de María y Juan. Y era feliz. Siempre lo fue, aunque le costaba mucho, tal vez demasiado el exteriorizarlo, y ahora estaba ya acostumbrada a otro ritmo de vida, más acorde con su edad y con la nuestra. Ambos estábamos en la tercera edad, y a ella se le notaba mucho más, seguramente como consecuencia de las múltiples vicisitudes y enfermedades que tuvo que soportar en su vida, pero ha sido, hasta el final, una luchadora, sin quejarse nunca hasta que ha sido inevitable.
Hoy no nos encontramos dentro y fuera de la casa sin tropezarnos continuamente con ella por donde quiera que vayamos. Sin que nos siga cada vez que entramos a la cocina para recibir su trozo de fiambre de pavo, tanto si era cuando se le daba la medicación en forma de pastilla escondida en una loncha o sin venir a cuento. Lo importante era pedirlo y, con la paciencia que les caracterizaba, tanto a ella como a nuestro querido Manolo, siempre tenía recompensa.
Como consecuencia de su grave enfermedad, y habida cuenta de que sufría demasiado a menudo ataques epilépticos, decidimos darle una vida sin reservas, que comiera la comida que Montse le hacía junto con un poco de su pienso, que no se le negaran caprichos en forma de premios y golosinas, que tuviera unos últimos años plenos de felicidad y alegría, como así ha sido hasta ayer.
Nos despedimos de ella una vez decidimos que no había nada que hacer y era inhumano permitir que continuara sufriendo durante toda la noche, y por eso, con gran dolor de corazón acudimos al veterinario de urgencia y dejó de padecer. Hace nueve meses nos despedimos igualmente de Manolo, y es un golpe muy duro perder a los dos en tan poco tiempo, con el enorme dolor que eso supone. Nadie que ame a los perros puede soportar esa pena. Mucha gente no lo puede entender.
En los últimos meses estaba muy afectada en su movilidad, y había que ayudarla a desplazarse; perdió parte de la vista y el oído y la coordinación, por eso, desde que estábamos en Cullera la tenía que bajar y subir al brazo los dos pisos para que hiciera sus cositas; y ella tan ricamente. No se quejaba. ¿Para que?, si estaba como una reina. El que tenía motivos para hacerlo era yo, que soportaba su peso con mis riñones y rodillas. Luego, al subir, el premio no podía faltar. Y no lo hacía. Estuvo todo el día normal, con su rutina, que últimamente era dormir y descansar. Comer y beber.
Pero por la noche se puso muy malita y tuvimos que llevarla a Valencia, donde también acudió Juan para poder despedirse de ella, y allí, entre María, Juan y yo pudo, por fin, descansar. Ahora estarás en el paraíso de los animales. Busca a Manolo; o tal vez él te buscará a ti, porque precisamente tú no has sido nunca muy amable y cariñosa, ni con él ni con ningún otro perro. No le enseñes los dientes amenazadoramente, como solías hacer con casi todos, a pesar de convivir doce años con él.
Quiero pensar que le querías. No puedo creer otra cosa, a pesar de todo. Y quiero darte la oportunidad de que seas su amiga y, juntos, os acordéis de nosotros, que siempre os amamos por encima de todo. Nos seguís haciendo mucha falta todavía ambos. Hemos hecho un hueco en nuestros corazones para guardarte allí para siempre. Junto con Manolo. Imposible olvidaros.
Pórtate bien, Gordi.
Que tú sabes hacerlo.
Hasta siempre, Llonga
-Montse y Migue-