viernes, 15 de noviembre de 2024

No nos lo merecemos.

 

Hace casi cinco años que escribí mi primera entrada en el blog sobre el tema del Covid-19 y todo lo que trajo consigo. En el día de San Patricio, patrón de los irlandeses y al  que le rezan con fervor cada noche, antes de dormir, los miembros del consejo de administración de la empresa Guinness,  ese día, iba diciendo, fue el inicio de una serie que duró más de lo que hubiera deseado, y así, cada mañana, tras bajar a mi perro a pasear (cuando se podía) y desayunar, me ponía manos a la obra.

Hoy retomo la cuestión a toro pasado para ver si consigo encontrar alguna explicación medianamente razonable a lo que pasó y, consecuentemente, a lo que quedó. A recordar lo vivido y, sobre todo lo oído, que tuvo tela. A ver lo que se acostumbraba  a hacer y las mentiras que nos contaban, diferentes de las que nos cuentan ahora, que tampoco hay que exagerar y llegar a pensar que el des-gobierno (todavía en el poder, lamentablemente) se ha vuelto bueno de repente. La única pena, la mayor de todas es que ya no tengo perro a quien sacar a pasear. Mi querido Manolo hará una año este mismo mes que nos dejó.

Y en esas estamos cuando, de repente y sin avisar, me parece que comienza una nueva serie de engaños para mantenernos despiertos e ilusionados con nuestros queridos gobernantes. Me refiero a la enorme catástrofe acaecida hace unos días en mi querida Valencia, ahora inundada en muchos, demasiados municipios por el tsunami que nos llegó a través de barrancos, principalmente el del Poyo que desemboca en la Albufera. Las imágenes de las diversas cadenas de televisión muestran la enorme voracidad de las aguas desatadas, que arrasan con todo lo que encuentran a su paso, sin respetar bienes ni, lamentablemente, vidas humanas.

La desinformación inicial, algo comprensible en los primeros momentos de todas las tragedias, siembran el desconcierto y el miedo en los ciudadanos, y luego, cuando queda tiempo para pensar más detenidamente es cuando la magnitud se hace visible. Cualquier persona con dos dedos de frente quiere pensar que cuando se inunda un garaje subterráneo en un centro comercial no solamente se destruyen vehículos, o eso creo yo pensando mal, porque me cuesta muchísimo asimilar lo que oigo por parte de las autoridades. Y digo esto entendiendo que no es muy aconsejable atemorizar a la población porque sí, que bastante tiene ya con capear el temporal, pero de ahí a negar la mayor en cuanto al número de fallecidos y/o desaparecidos hay un largo trecho lleno de matices.

Ahora resulta que todo el mundo, o casi todo, que tampoco hay que exagerar, piensa o se da cuenta, o reflexiona o pone sus ideas en orden con respecto a creerse o no todo lo que se nos contó cuando lo del Covid-19, con sus "expertos" día tras día dándonos la brasa principalmente con el número de muertos, que yo ni me lo creí entonces ni lo hago ahora, porque simplemente no interesaba que se supiera, algo así como los archivos clasificados que todo gobierno tiene en el cuarto oscuro. Así pues, y ya que personalmente he visto ciertas zonas, pisado bastante barro y contabilizado montañas de coches unos encima de otros, así como cientos de enseres y muebles en las puertas de las casas, no me trago lo que quieren que me trague.

Con el tiempo nos irán dorando la píldora con las ayudas, donaciones del estado, caras preocupadas y cosas así hasta que muy pronto se pasará página, y entonces no moverá tanta audiencia en los telediarios y será más rentable ver los programas del corazón. Qué duda cabe, mucho más instructivos. No es necesario esforzarse mucho para recordar ciertas tragedias ocurridas hace poco y preguntarse, por ejemplo, si los del terremoto de Lorca o los afectados por la erupción del volcán de la Palma han cobrado, todos ellos o la mayoría, lo que nuestro querido des-gobierno prometió en su día. Me van a conceder el beneficio de la duda, por favor.

 Un gobierno que gobierna, valga la redundancia, mediante decretos ley salta a la vista que muy de fiar no es, cuando impone contra todo y contra todos su ley, tanto si te gusta como si no, y así nos va, contemporizando, que diría aquel; esperando a las próximas elecciones que ni están cerca ni se les espera adelantadas, para volver a votar lo mismo, porque el cerrilismo es así y la estulticia gana terreno cada día más entre los ciudadanos que no se dan cuenta, o no quieren hacerlo, de que nos la están metiendo doblada. Valga como ejemplo el señor Donald Trump, un expresidente de unos de los mayores países del mundo, con permiso de los chinos, que a pesar de estar procesado o imputado o lo que sea un montón de veces, y las que le quedan en la recámara, vuelve a ser elegido. Mi no saber.

Mientras tanto seguimos viendo como nadie quiere asumir parte de la culpa, que digo yo que alguien será responsable, al menos en la parte que le toca, pero no, nadie se moja y se lava las manos en el barro (es una comparación horrible) para que otro cargue con el muerto (otra vez, no aprendo) y hacer "pasapalabra" mientras se mira hacia otro lado. El presidente autonómico valenciano está de comida (de trabajo, eso sí) mientras se desencadena la tragedia y alarga la sobremesa entre chupito y chupito supongo, que para eso tiene los asesores y personal subalterno al loro de lo que pasa. Lo que pasa es que el agua no espera y arrasa. Porque corre demasiado deprisa, dirán, pero es lo que tiene el agua desbordada.

La delegada del gobierno desconozco lo que estaría haciendo en esos momentos, y doña Teresa Ribera, vicepresidenta tercera del gobierno (hay que ver) y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico del Gobierno de España, vaya que no sé lo que es pero parece ser  lo que anteriormente se conocía como ministerio del medio ambiente, además de directora del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales debía de estar preparando las oposiciones para entrar de comisaria europea en Bruselas, porque parece ser que no llega a fin de mes y claro, no se le podía molestar. Otrosí, como se diría en lenguaje jurídico, el máximo responsable, quiera o no quiera, que para eso va incluido en su sueldo, y me refiero al presidente de la nación, sí, ese que en su día criticó al entonces presidente Rajoy porque no había visitado la zona cuando las inundaciones del Ebro, ese señor, como iba diciendo, estaba, a su vez en la India paseando en un coche descubierto al que le tiraban montones de flores y negociando para ver si se traía a Bollywood a España, mientras su señora era agasajada como si fuera la inquilina del Taj Mahal. 

Entre todos la mataron y ella sola se murió, que decía mi abuela.

Y yo sigo, junto con mi amigo, recogiendo día tras día todos los trastos, basura, barro, animales muertos y cosas así que el tsunami nos dejó y echando en falta las cosas que se llevó de su campo, anegado, destrozado, con lo que había empezado a sembrar ahora ahogado, con los motores eléctricos y las mulas mecánicas inservibles, mientras vemos la cara de sinvergüenza que esgrimen unos y otros mintiendo sin reparos, prometiendo lo que saben de sobra que no van a cumplir, como antes hicieron y volverán a hacerlo en un futuro. Y da rabia, os lo aseguro. Valencia no se merece esto que está sucediendo. Ahora también le toca a Málaga, por desgracia; a Huelva, a Cádiz. Suma y sigue. Demasiado trabajo para el que no tiene ganas ni intención de acometerlo.

A lo mejor, o a lo peor, a todos aquellos que se han quedado sin coche, además de sin casa, sin dinero, sin familiares, sin  las fotos de su vida, sin hijos incluso, a lo mejor, repito, les valdrá aquello de "si quieren ayuda que la pidan".

Entonces, sin demora, pondrá a su disposición el helicóptero y el Falcon.

Para echar una mano.

 

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