Soy consciente de que, después de tanto tiempo sin publicar una entrada, ahora salgo por peteneras. Pero es que leo acerca del tema y a veces se me rebelan las asaduras. ¡A buenas horas, mangas verdes!.
Como se suele decir, me atendré a las consecuencias que cause mi opinión.
Puede parecer muy duro lo que voy a decir, pero creo que es una realidad que, por mucho que se intente maquillar, está ahí. Me refiero a la desgraciada muerte de Adrián Gómez, un torero que sufrió, además de los sinsabores propios de aquel que no alcanza su sueño de llegar a ser figura del toreo, la desgraciada cogida que le llevó a pasar sus últimos días en la silla de ruedas, como consecuencia de las tremendas lesiones que sufrió.
A lo que voy. ¿Cuanta gente se ha acordado de Adrián en su día a día?. El devenir de los días para las familias que tienen a un ser querido en esas condiciones es muy duro, y ahí se demuestra el amor de su esposa y de sus más allegados familiares, en su cuidado; porque necesita hasta la más mínima ayuda para las tareas más esenciales. Es muy bonito salir en la foto el día del homenaje en Vistaalegre, y luego, si te he visto no me acuerdo.
Todos somos Adrián, decían, pero Adrián como tal solamente había uno, con sus miserias y sus penas, tragándoselas cada vez que veía toros las pocas veces que tendría ocasión, y maldiciendo -como yo maldeciría- no haberse vuelto a levantar de la arena.
Al menos la gente se habría acordado más de él, porque ya se sabe que no es lo mismo morir en los ruedos, con su "grandeza", vestido de luces, que en la cama de un hospital de una puta neumonía y con un triste pijama que, seguramente le quedaría grande.
¿Qué le pasó a Julio Robles?. Tres cuartos de lo mismo.
Carnaza para la televisión y argumentos manidos para los detractores de la fiesta durante unos días, y después el olvido
Ahora todos se lamentan - pobre Adrián-, ahora que tú estarás en paz, ahora que podrás liarte el capote de paseo y hacer el paseillo entre las nubes de algodón, mirando, -sin el pay per tv- todos los festejos que se den en el mundo, en barrera, junto a los grandes maestros. Y sentirás tus piernas, y sentirás tu cuerpo libre cuando coloques en suerte el toro de la nueva corrida en la que toreas.
¡Que Dios te reparta la suerte que te negó en vida!.
3 comentarios:
Muy grande la entrada Miguel!
Esa es la dura realidad de la vida.
No es el único caso.
Un abrazo!
Gracias por tu comentario. Parece ser que, como el nombre de mi blog no tiene relación con el tema taurino, no hay Dios que me siga, aparte de tú y Amparo. Poco más, pero, que le vamos a hacer.
Tendré que ver si creo otro más acorde.
Otro abrazo para ti.
Hombre, no te voy a negar que el nombre del blog atrae poco, pero sí que se te lee, yo por lo menos lo hago. Y seguro que habrá más gente.
A relación del post, hay muchos que no se han acordado de Adrián en la vida, ni en la muerte... como los de la revista Aplausos. Yo no compro ninguna revista, pero si fuese lector de ésta, dejaría de hacerlo, por simple ética.
Saludos y ánimo con el blog, que sólo es cuestión de actualizar un poquito más a menudo
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