sábado, 30 de enero de 2021

Andrés en la memoria. (Entrada atrasada).

 


Se acaba de morir mi AMIGO, si, con letras mayúsculas, porque está muy dentro de mi corazón ahora mismo roto por el dolor inmenso que me ha producido la noticia. Nunca es buena la hora de morir y ahora menos que nunca por el tema del COVID que nos limita hasta para poder decirle adiós y verlo por última vez. Así de puta es la vida. Y la muerte.

Hablamos hace unos días y le dije que se cuidara mucho porque teníamos muchos almuerzos pendientes para recuperar. Tantas risas y bromas. Tantos abrazos aplazados. Y ahora, de repente, me ha dejado. Nos ha dejado a muchos con la falta irrecuperable de su inmensa bondad y cariño. Con todo lo vivido y lo que nos quedaba por vivir.

Me cuesta muchísimo escribir con las lágrimas que no me dejan, porque era si no el mejor, porque es injusto para alguno más, era el más grande de mis amigos, y no sólo por su cuerpo, que albergaba, sin duda alguna, un corazón tan grande como su humanidad. Enorme, y abierto a sus amigos. A todos ellos.

Una persona descuidada en el vestir; poco le importaba. Lo importante estaba en el interior. Un hombre ilustrado, ansioso de saber y de aprender, cosa que muchos probablemente ignoraban. Un fontanero ilustrado, como solía llamarlo yo.

Siempre dispuesto a acudir a mi llamada. No importaba ni el día ni la hora. Generoso en exceso. Desprendido. No le importaba nada de lo que te regalaba, y mucho menos el valor de lo que con tanto cariño, o con tanta despreocupación, que de todo había, hacía a menudo.

No me lo puedo creer todavía. Me gustaría verlo por última vez y sé que no va a poder ser. Quisiera darle un beso, Si, un último beso para que se lleve allá a donde vaya mi mayor muestra de cariño. Y no podré. Pero en el fondo de mi corazón, en el sito que tengo reservado para lo más querido, donde voy a guardar el mayor de mis recuerdos. Allí, en lo más profunda estarás siempre.

Adiós Andés.

ADIOS QUERIDO AMIGO.

Siempre te llevaré en mi corazón.

 

 

Miguel. 12 de Enero de 2021

domingo, 24 de enero de 2021

CARTAS A MI AMIGO. (Preámbulo).

 

Querido Andrés:

Ya hace casi dos semanas que nos dejaste y todavía no logro acostumbrarme al hecho de que nunca más nos volveremos a ver. Es duro, pero con la serenidad que nos brinda el tiempo transcurrido es hora de ponerme manos a la obra para contarte lo que pasa por aquí.

No significa eso que vaya a escribirte cada día, no vaya a ser que te acostumbres y me demandes puntualmente noticias. Recuerda cuando, durante el primero, y hasta ahora único estado de alarma que nuestros inútiles gobernantes nos impusieron, te enviaba diariamente una copia de mi entrada del blog, y así fue durante todo el tiempo. Porque yo conozco de tus inquietudes lectoras y porque, ¡qué coño!, eras de los pocos que me leías. ¡Así como voy a promocionarme!.  Otras veces me pedías que te enviara algo para leer acerca de los toros, y yo así lo hacía.

Previamente, y como dice el título de la entrada de hoy, tengo que hacer una aclaración que considero pertinente para tener claro ciertos asuntos. Ahora es distinto, porque la relación epistolar va a ser únicamente de ida; no voy a recibir contestación, pero no importa; yo sé que te gustará.

Estás lejos, muy lejos; en el más allá que se suele decir, y la verdad es que me pilla un poco a trasmano saber cuánto es esa distancia, y desconozco con quien te juntas ahora mismo, porque sospecho que, al igual que yo, tienes (o tenías, quien sabe) ciertas dudas sobre lo que sucede cuando abandonas la vida terrenal. Por lo que te conozco me hago una idea bastante aproximada de cuál es tu pensar acerca de la vida humana y su creación, pero vamos a hacer un trato para que nadie se escandalice.

Tomaremos como punto de partida el hecho de que Dios existe, como nos enseñaron de pequeños, y dejaremos al margen nuestras -al menos las mías- dudas. Aunque, visto lo visto, considere que ese Dios es injusto. Así pues, y ciñéndonos a los hechos, comienzo mi historia.

Imagino tu llegada al Reino de los Cielos de la siguiente forma:

Sonriente, quizás con cierto jet lag, que no estoy seguro de si se padece o no en esos viajes tan especiales, al encontrarse a las puertas del Cielo con San Pedro, como está mandado, le habrás dicho tu saludo habitual ¿Com estás...?, como siempre has hecho, y como el hombre fue en su tiempo pescador, probablemente la conversación habrá girado por ese lado y, no me cabe duda alguna, habrás mentido sobre cuánto y cuán grande es lo que pescas. Pero a mí no me engañas, puede que a él sí, porque está un poco fuera de cacho; y sino que le pregunte también a Luís y le dará todo lujo de detalles.

Porque, no nos engañemos, eras un poco arreu para pescar, inquieto, con poca paciencia y unas artes muy particulares que demostrabas día sí y día también. ¡Cuantas veces hemos criticado tus hechuras, tu manera de plegar la caña sin recoger previamente el sedal, de los trastos tan curiosos que llevabas y de tu impaciencia....!.

"Aci fá aulor a carajillo"....."¡Qué divertido es esto de la pesca.....! "El próximo día venimos a las cuatro de la mañana...", y otras lindezas por el estilo de tu vocabulario habitual. Pero ya estábamos acostumbrados a tus historias, y ahora las vamos a echar mucho de menos cada vez que vayamos a pescar. Lamentablemente.

No quiero hacerlo más largo porque volveré a escribirte para contarte cosas terrenales. Mientras tanto cuídate, que yo ya no puedo decírtelo, como siempre hacía.

Una cosa que se me quedaba por decir, y no me lo niegues, que te conozco. Seguro que, para no perder la costumbre y tu idiosincrasia, le habrás dicho a San Pedro:

"Átame un ansuelo".


Me juego el cuello.


Tu amigo.

-Miguel-