domingo, 26 de abril de 2020

MI CUARENTENA (Cuaderno de bitácora). Día 42. Desde Hamelín.



Hay que ver con que poco nos contentamos. Acabo de salir a la calle y he visto nuevamente niños, una especie casi en extinción en estos días desde que se marcharon en pos de un flautista con coleta, y me he alegrado mucho al ver una cosa tan sencilla como que la vida renacía con la presencia de estos pequeñajos, después de la soledad que acompaña mi paseo desde hace muchos días.

Ahora habrá que esperar para ver si es para bien o para mal el hecho de permitir el desconfinamiento parcial -me niego a usar la palabreja de moda- y si no aumenta el número de contagios. En realidad, si se cumplen las medidas básicas no tiene porqué haber ninguna incidencia, simplemente hay que usar el tiempo para lo que se ha previsto, para que los niños puedan salir un rato de sus casas a tomar el sol y  pasear, no para que los papás se sienten en un banco a darle al móvil.

Se prevé que el próximo fin de semana podamos salir paulatinamente los adultos, pero se desconoce la forma en que se va a producir este hecho, cosa que, por otra parte no me sorprende en absoluto debido al cacao mental que tienen los que han de dictar las medidas.
Siempre, claro está, con la bendición del Coletas, no vaya a ser que se cuelgue la medallita otro que no sea él y pase de largo en una decisión tan importante. 

Hoy ha bajado el número de fallecidos (288) en una cantidad tan importante como cien personas más o menos con respecto al día de ayer, y eso, con ser mucho todavía dista un mundo de ser normal, por lo que no hay que crear falsas esperanzas ni acelerar el ritmo de las cosas. Además estamos en fin de semana y ya se sabe que el recuento -desconozco el porqué- no es igual que el resto de los días.

Ahora la pelota está en el tejado para decidir cuándo y cómo se procederá a rebajar las medidas de confinamiento, y todos los que se creen con derecho a decidir ya están haciendo la guerra por su cuenta, porque el responsable último no se lo saca de las manos, y hay que tener mucho cuidado y no caer en el error de apresurar la salida, porque las consecuencias pueden ser nefastas y sería un volver a empezar de nuevo.

 Y yo no estoy dispuesto a pagar las culpas de los demás.





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