lunes, 20 de abril de 2020

CUARENTENA (Cuaderno de bitácora). Día 36. La duda.




El hecho de estar tantos días confinado me lleva a pensar más de la cuenta y a considerar ideas que puedan parecer raras, pero es lo que tiene, porque tiempo es lo que sobra. De hecho, una de ellas se parece a la teoría de la conspiración de mi hija, que es bastante proclive a creer en algunas.

 Me paro a pensar e intento recordar y agrupar a toda, o casi toda la gente que conozco, incluida familia y amigos, y llego a una conclusión demoledora: no tengo constancia de que ninguno de ellos esté contagiado, haya pasado la enfermedad o haya muerto como consecuencia de ella. Y eso que puede parecer difícil se demuestra real, al menos en mi caso, porque es fácilmente constatable.

 Extrapolando este dato me extraña que tanta gente caiga víctima de la enfermedad, simplemente porque hablo con otras personas y a ellos les pasa lo mismo, no conocen, por regla general, a nadie con el COVID-19, aunque eso no oculta la realidad y el hecho de que la cifra última haya sido de 399 fallecidos. 

 Además me sorprende conocer el número diario de contagiados, que generalmente va en aumento, y mi pregunta es: si la mayoría de las personas siguen la cuarentena encerrados en sus casas, saliendo lo mínimo posible a las calles, ¿cómo se transmite la enfermedad de unos a otros si casi no tenemos contacto?. Porque puedo entender que si hay masificación o un intercambio de transmisión por vía física: roce, abrazo, beso, etc. pues es comprensible.

 Así debe pasar en las residencias de ancianos, pero no parece tener la misma incidencia en las prisiones, en los cuarteles del ejército, en los parques de bomberos, en las comunidades religiosas. ¿Cual es pues el secreto?. ¿Por qué tiene menos incidencia en los niños?. Debo decir que, afortunadamente, hay ciertos sectores que presentan menor mortalidad y hay que alegrarse por ello, pero no deja de ser curioso.

 Desconozco si algún día se podrán sacar conclusiones de la pandemia que nos sirvan como aprendizaje, como experiencia para el futuro, pero ahora lo prioritario es seguir manteniendo el aislamiento, aunque nos pese, simplemente para seguir vivos y libres del bicho. Es muy duro, cada día más y me hace pensar en cosas que normalmente no pienso.

 Cuando comience la desescalada (vaya con la palabreja) empezaremos a tener datos que nos digan si mejoramos o, por el contrario, al romper el aislamiento la población se contagia más o los que han pasado la enfermedad vuelven a recaer. Hay que recordar que no disponemos de ninguna vacuna ni sabemos si la tendremos algún día, por lo que hay que actuar con mucha cautela, sin precipitaciones, sin presiones. Con conocimiento y cabeza fría.

 Nos va la vida en ello.

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