lunes, 6 de abril de 2020

MI CUARENTENA (Cuaderno de bitácora). Día 22. Opinar sale gratis.



Un día más de encierro contando los que se han quedado por el camino; que son unos pocos menos sin que sirva de consuelo, por más que nos quieran convencer, de que estamos superando la crisis. Y queda mucho todavía. Por desgracia.

Hoy he estado conversando brevemente con una conocida paseante de perro, manteniendo, eso si, la distancia prudencial aconsejada, y me contaba que todo esto es culpa de los chinos (alguien tiene que pagar el pato) porque han empezado una guerra biológica incluso contagiándose ellos mismos para, después de haber casi acabado con la epidemia, dominar el mercado mundial en cuanto a que son los principales fabricantes y suministradores del material que tanto se necesita ahora en el resto del mundo.

La verdad es que es un argumento que yo no me acabo de creer, aunque podría ser, quien sabe, pero se me antoja diabólico cuanto menos. Claro que hay opiniones para todos los gustos y la gente quiere culpar a alguien por tener las restricciones actuales en cuanto a confinamiento, y ¿quien mejor que los chinos. O los moros?, cualquiera sirve. Y, de calar en la sociedad, se podría llegar a estigmatizar a cierto sector de población.

Otro tema que me preocupa es leer en ciertos sitios que se está priorizando la atención a la gente menor de X años, siendo X normalmente de 75/80 años en adelante, en detrimento de nuestros abuelos, y de algunos padres. Esto parece ser norma en las UVIs de algunas ciudades y, aunque así fuera, hay cosas que no se pueden, no se deben decir, porque estamos hablando, no lo olvidemos, de seres humanos. Y donde tantas mentiras no están contando a diario, caben algunas.

¿Qué opinaría, por ejemplo, un médico intensivista de esos que hacen esas afirmaciones, si el paciente fuese su padre, por ejemplo. Lo aparcaría para salvar a uno más joven?. Creo que no. La sangre tira más que el juramento hipocrático; es humanamente comprensible. Por lo tanto, dejémonos de tonterías y salvemos vidas sin importar la edad. Es de justicia hacerlo.

 Esperemos que mañana baje la cifra, y pasado mañana más, porque es una de las pocas alegrías que podemos tener en nuestro sacrificio, porque más de seiscientas personas al día siguen siendo muchas, demasiadas.
Y esa cifra es la que nos están metiendo por los ojos, que son muchas más.

Pero algunos no saben o no quieren sumar como les enseñaron, a buen seguro, cuando eran pequeños. 

Y a multiplicar. Que es peor.

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