Un
día más de encierro contando los que se han quedado por el camino; que son unos
pocos menos sin que sirva de consuelo, por más que nos quieran convencer, de
que estamos superando la crisis. Y queda mucho todavía. Por desgracia.
Hoy
he estado conversando brevemente con una conocida paseante de perro,
manteniendo, eso si, la distancia prudencial aconsejada, y me contaba que todo
esto es culpa de los chinos (alguien tiene que pagar el pato) porque han
empezado una guerra biológica incluso contagiándose ellos mismos para, después
de haber casi acabado con la epidemia, dominar el mercado mundial en cuanto a
que son los principales fabricantes y suministradores del material que tanto se
necesita ahora en el resto del mundo.
La
verdad es que es un argumento que yo no me acabo de creer, aunque podría ser,
quien sabe, pero se me antoja diabólico cuanto menos. Claro que hay opiniones
para todos los gustos y la gente quiere culpar a alguien por tener las
restricciones actuales en cuanto a confinamiento, y ¿quien mejor que los
chinos. O los moros?, cualquiera sirve. Y, de calar en la sociedad, se podría
llegar a estigmatizar a cierto sector de población.
Otro
tema que me preocupa es leer en ciertos sitios que se está priorizando la
atención a la gente menor de X años, siendo X normalmente de 75/80 años en
adelante, en detrimento de nuestros abuelos, y de algunos padres. Esto parece
ser norma en las UVIs de algunas ciudades y, aunque así fuera, hay cosas que no
se pueden, no se deben decir, porque estamos hablando, no lo olvidemos, de
seres humanos. Y donde tantas mentiras no están contando a diario, caben
algunas.
¿Qué
opinaría, por ejemplo, un médico intensivista de esos que hacen esas
afirmaciones, si el paciente fuese su padre, por ejemplo. Lo aparcaría para
salvar a uno más joven?. Creo que no. La sangre tira más que el juramento
hipocrático; es humanamente comprensible. Por lo tanto, dejémonos de tonterías
y salvemos vidas sin importar la edad. Es de justicia hacerlo.
Esperemos
que mañana baje la cifra, y pasado mañana más, porque es una de las pocas
alegrías que podemos tener en nuestro sacrificio, porque más de seiscientas
personas al día siguen siendo muchas, demasiadas.
Y
esa cifra es la que nos están metiendo por los ojos, que son muchas más.
Pero
algunos no saben o no quieren sumar como les enseñaron, a buen seguro, cuando
eran pequeños.
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