Me escuecen los ojos y me encuentro molesto por ello, aunque conozco la causa, que no es otra que el exceso de leer y estar frente al ordenador más de lo necesario y aconsejable. Pero ¿qué otra cosa puedo hacer que no sea eso?. El tiempo se multiplica y las horas se alargan durante el día sin otra cosa que hacer entretanto. El único momento en que puedo salir del confinamiento es cuando paseo a mi perro, pero hasta eso se ha convertido en una rutina tal que no ayuda a levantar el ánimo.
Sigue
muriendo gente, menos que ayer pero todavía asusta el número de 517, mientras
siguen sin tener claras las ideas los responsables de luchar contra la
pandemia. Cuando digo luchar no me refiero a los que de verdad lo hacen,
a los sanitarios, a las fuerzas de seguridad, etc. sino a los que desde sus
poltronas y con su asegurado sueldo no se sacan la mierda de las manos. La
última, o mejor será decir la penúltima, ha sido la de lavueltaalcoledelCorteInglés, osea, el fín de la hibernación; en
román paladino: la vuelta a la actividad de los trabajos no esenciales.
Y
digo yo, ¿qué falta hace permitir que abra una papelería, una tintorería, una
tienda de ropa para niños....?. ¿Estamos locos o qué?. Lo único que se va a
conseguir, y me gustaría equivocarme, es un mayor contagio que no podremos
constatar hasta dentro de dos o tres semanas, con lo cual habremos tirado a la
basura todo el tiempo que llevamos encerrados.
Tienen
la cabeza dentro del culo.
Pero
van a repartir mascarillas en los puntos álgidos de transporte colectivo.
Tranqui, tronqui.
Mañana
seguro que se les ocurre algo para sorprendernos.
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