lunes, 27 de abril de 2020

MI CUARENTENA (Cuaderno de bitácora). Día 43. La gran cagada.


Desde hace unos días estoy bastante bajo de ánimo por culpa del encierro, aunque ayer se redujera un poco por ver más vida en las calles con motivo de la "suelta" de niños. Normalmente escribo un poco más tarde, para ver los datos del día anterior, pero hoy me queman los dedos y me sale humo por las orejas tras ver las noticias, que sólo han confirmado lo que esperaba, pero añadido y aumentado.

Las imágenes ofrecidas desde diversas poblaciones muestran el descontrol en las calles y, sobre todo en los parques públicos y zonas de esparcimiento, sin olvidar a las playas. Bien está que los niños hayan tenido la oportunidad de romper el confinamiento si con ello se podía generar una esperanza para los demás de salir, asimismo, el próximo fin de semana. Pero se ha comprobado que los responsables últimos del comportamiento infantil se han pasado las medidas por el forro.

En mi ciudad, Valencia, ha sido bochornoso, insultante y desproporcionado. Vergüenza me da cuando veo varios niños juntos jugando al fútbol como siempre, sin respetar ni la distancia de seguridad ni el contacto. Padres sentados en un banco de conversación con otros padres, más pendientes del móvil -¡cuanto daño hace!- que de controlar a sus hijos, de reconvenirles al ver que están haciendo lo que no deben. Pero los niños han demostrado, mientras han estado encerrados, la resilencia que se esperaba, porque tontos no son, pero necesitan que se les expliquen las cosas. 

¿Qué espera entonces el alcalde para cerrar el Parque del Turia?
Seguramente estará a la espera de la inspiración divina, la misma que necesita para decretar de una vez la suspensión de las Fallas 2020. ¡Que hay que joderse con el tema.....!.

Pero parece ser que los que más están necesitados de que se les expliquen las cosas son los padres, y de nuevo se confirma que solamente obedecemos con el palo, porque otra cosa no se comprende. No entienden que nos estamos jugando mucho, no únicamente el poder salir el próximo sábado, sino prolongar sine die el estado de alarma y con él, más semanas de encierro. Dentro de catorce días podremos saber el resultado del experimento, que es el plazo estimado para conocer el número de contagiados por los nenes.

El des-gobierno, presionado entre otros poderes fácticos por las Comunidades Autónomas, no se atreve a ordenar que todos tengan que atenerse a las mismas normas de comportamiento ante la epidemia y el estado de alarma, y controlar que se cumpla por igual en todos los Reinos de Taifas, más preocupados sus presidentes de dictar normas particulares que del bien común. Por eso, hoy se debería cerrar el parque del río en Valencia y vigilar exhaustivamente el paseo por todas las zonas de las ciudades.

Y al que se pase, al que no cumpla las normas, leña al mono, y así aprenderá, que no hay mejor enseñanza que esa, parece ser. Cuanto menos para salvaguardar a los que sí que las cumplen, simplemente siendo responsables de sus hijos, porque estos padres están haciendo una doble labor, cumpliendo las leyes y enseñando a sus hijos que también ellos deben cumplirlas. No hay derecho a que yo tenga mi libertad en manos de irresponsables y gilipollas.

Por cierto, como es pronto para conocer los datos de fallecidos, y teniendo en cuenta que durante el fin de semana el recuento lo deben de hacer monos amaestrados, porque de otro modo no se entiende el desfase, como es pronto, decía, añadiré más tarde el número para que quede constancia.
Definitivamente han contado los monos, porque son 337 las víctimas.



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