Querido Andrés:
Hoy más que nunca tengo que escribirte, porque hoy es uno de esos días grabados a fuego en tu persona. Uno de esos días como los viajes a Andorra, la comida de Venta Gaeta, los toros en la Feria de Albacete o los domingos de mañana en el mercadillo de Corbera.
Esta noche es la noche de San Juan; noche mágica donde las haya que, a falta de tener un Stonehedge en nuestras tierras, es una tradición a la que tú nunca solías faltar. A la magia que se le supone a esta noche –y digo que se le supone porque es lo que dicen todos, que yo no la he vivido nunca- a esta noche, repito, tú le añadías tu particular modo de celebrarla.
Entre las palmeras de la playa, con toda la parafernalia que, a media tarde ibas montando, se congregaban algunos de tus amigos y/o conocidos y luego, con el paso del tiempo, se ampliaba el aforo con algún curioso que se acercaba a ver qué pasaba con tanto alboroto y al que tú, como era de esperar, convidabas inmediatamente.
Ya sabes que yo nunca fui, soy poco aficionado a las multitudes, y tú no eras precisamente alguien que se conformaba con juntar a un par de amigos, ni para esta celebración, ni siquiera para un simple almuerzo. Y no te digo se trataba de algo más importante. Tú insistías y yo en mis trece. Ahora ya no tiene remedio, y me quedo con lo que me contaban al día siguiente.
En estos tiempos de penuria que corren ahora, está todo muy controlado, y se habla de que van a vallar incluso las playas para que la gente no pueda ir. Me hago una ligera idea de lo que esto hubiera significado para ti, tú que siempre has sido bastante irreverente con la autoridad, ¡cómo para prohibirte acercarte a tus palmeras!. Eso si que me hubiese gustado verlo en persona. Cena y espectáculo por el mismo precio.
En otro orden de cosas, me alegra mucho contarte como ha terminado el curso tu querida hija María, y como ha aprobado la selectividad con un 8’5 de nota. Tú, que siempre has estado tan orgulloso de ella, estarías que no te llegaría la camisa al cuerpo, y con razón, porque es para estarlo. Me lo contó María al día siguiente de estar en tu casa para preguntarles como estaban. Están bien, dentro de lo que cabe, pero eso tú ya lo sabes.
Poco más te cuento, amigo, que esto está muy achuchao y no quiero calentarte la cabeza con las miserias que nos están haciendo pasar los tiparracos estos que nos des-gobiernan. Tema tendríamos tú y yo para empezar y no acabar, pero no vale la pena. Además, ya sabes que hablar de política en los almuerzos estaba poco menos que vedado por ser nada recomendable.
Te dejo, machote, que se me acaban las ideas. Otro día que esté más inspirado seguiremos con cualquier tema, que hay muchos. Mientras tanto, cuídate mucho porque, en ese mundo imaginario en el que nos citamos tú y yo, a pesar de ser etéreo, blandito, sin problemas y chachipiruli, me da que pensar que te aburrirás, que tú eres un culo inquieto y necesitas más marcha de la que los santos, los justos y las buenas personas en general (que son las que se supone deben de pulular por ahí) te pueden ofrecer en el día a día.
En las películas ñoñas, a veces nos cuentan que alguien regresa del Más Allá o un poco más cerca, da igual y, aunque sea por poco tiempo, visita a los amigos y a los seres queridos. Mira a ver, que tu poder de persuasión es grande y, además entiendo que te estás portando requetebién, por lo que te invito a que preguntes si te darían un permiso, temporal si quieres, pero permiso para que pudiéramos volver a verte.
Los condenados del Procés han sido bastante más malos y mira tú que ya los han indultado. Con el recochineo añadido de que ya estaban de permiso para celebrar la Noche de San Juan.
¡Con dos cojones……!
Tu amigo.
-Miguel-