Querido Andrés:
Hoy hace exactamente un año que te fuiste sin avisar y, por primera vez me sorprendiste, aunque debo decir que ingratamente. Y es que siempre fuiste bastante informal, no te sepa mal, y así, hasta el último momento diste muestras de tu personalidad innata. Porque sí, porque era consustancial con tu peculiar forma de ser; porque únicamente te volvías, digamos “normal”, en lo que la gente entiende como tal, cuando se trataba de trabajo.
Era entonces cuando, tras tu sempiterno aspecto desaliñado surgía y se hacía presente otra persona radicalmente opuesta; es decir: llegabas puntualmente a la cita, incluso antes de tiempo, para cumplir con tu compromiso acordado. Y, para rizar el rizo, ¡hasta hablabas en castellano…..!. “Este no es mi Andrés, que me lo han cambiao”. Cuantas veces nos hemos quedando esperando Luís y yo a que aparecieras un sábado o domingo para ir a pescar, después de habernos dicho que venías.
Con el paso inexorable del tiempo se van diluyendo los recuerdos, o eso dicen, pero a día de hoy todavía persiste hasta el tono de voz con el que siempre empezabas, con ese “¿Com estàs…? que era el preludio de todo lo que viniera después. Ha pasado tiempo, pero no el suficiente todavía. Y soy consciente de que, como todo en esta vida, llegará un día en el que se irán difuminando, pero nunca serán olvidados del todo.
Te echo mucho de menos; ya te lo he dicho demasiadas veces, como queriendo auto consolarme ante lo que no puede ser. Mi “fontanero ilustrado” deja un hueco muy grande y muy difícil de llenar. Y no sólo por tu tamaño, que nunca fue obstáculo para nada, sino por la alegría que compartiste conmigo y con los que de verdad te quisieron. Eras el centro de la reunión, el que con sus anécdotas y “xarrades” mantenía el tono festivo y alegre y hacías que a tu alrededor todo fueran risas.
No puedo decirte más de lo que en todo este año pasado he intentado transmitirte. Esta misma tarde iré a tu pueblo para recordarte como no pude hacer en su día. Allá donde estés, si es que existe el Más Allá que hablamos en su día, harás felices a los que te rodean.
Como siempre hiciste.
Pero eras incorregible y "cabut".
Fuiste el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro. Con esto está dicho todo sobre ti, pero, ¡joder!, te podías haber ahorrado la última palabra.
Hubiera estado bien.
Tu amigo.
-Miguel-