viernes, 7 de octubre de 2022

LA CITA PREVIA.

El mundo este en el que habitamos ha sufrido diversos avatares durante los más de dos mil años que, según la iglesia, llevamos viviendo en gracia de Dios. Ha habido plagas bíblicas, guerras –todavía las hay-, grandes cataclismos en forma de terremotos, inundaciones, incendios, genocidios, etc. Y, sin embargo seguimos sobreviviendo mal que mal y destruyendo mientras tanto la Tierra que nos sustenta y nos acoge.

Pero esto no es nada comparado con lo que acontece desde la pandemia que asola al mundo entero desde hace ya más de tres años. Y me circunscribiré únicamente a lo que conozco; es decir, a lo relativo a España, que en otras partes me es indiferente. A día de hoy se sigue hablando de una sexta o séptima ola, que ya he perdido la cuenta; a una cuarta o quinta o tal vez más campaña de vacunación con resultados inciertos.

Tras los polvos del Covid19 quedaron, como era de esperar, estos lodos encuadrados en lo que, eufemísticamente, devinieron en llamar “la nueva normalidad”, como si hubieran descubierto la penicilina o algo así. Lo de antes, es decir la “normalidad” no volverá nunca, por desgracia, y deberemos convivir de ahí en adelante con las novedades que nos ha deparado.

Es sabido que han acontecido varios e importantes hitos en la historia de la humanidad, a saber: la conquista del fuego y su conservación, el descubrimiento de la rueda, la revolución industrial mucho más tarde, los grandes avances en la medicina, cosas, en definitiva,  que mejoraron la calidad de vida de los seres humanos, pero nada en comparación con algo inédito que ha surgido de la noche a la mañana. Me refiero a:

La cita previa.

Antes eran de todos conocidas ciertas coletillas, frases hechas, preguntas absurdas que no merecían respuesta, porque tampoco la demandaban los que las hacían, tales como: “¿Sabe usted con quien está hablando….?”, “Vuelva usted mañana....”, y cosas por el estilo. Pero eso ya está demodé, ahora la reina del baile es la cita previa, y seguramente mucha gente no se ha parado a pensar el daño que nos está haciendo y el que nos queda por sufrir, porque, ya puede uno dirigirse al sitio más insospechado para que hayan hecho suya la tan manida frase, de modo que mucho me temo que, cada día se irán apuntando más a la moda.

Lógico es pensar que para ciertas cosas haya que solicitar una cita, y siempre ha sido así. No íbamos al dentista, ni al médico ni a sitios por el estilo sin antes confirmar, pero es que ahora esto se ha desmadrado de tal manera que, a poco que se empeñen, nos van a pedir la previa hasta para ir al estanco. Yo mismo me he visto en situaciones increíbles desde entonces, del estilo de acudir a una oficina de la Seguridad Social para consultar algo relativo a la vida laboral y, contando con ocho puestos de atención al público libres y nadie en la sala de espera, me han conminado a solicitar la famosa cita previa para otro día, sin atender a mi razonamiento, según el cual, al no estar ocupados los funcionarios, era impensable que no quisieran atenderme.

Y es que el Covid19 a muchos les ha venido al pelo para escaquearse más de lo que ya lo hacían, pero ahora con la “excusa” de la palabreja de marras, que le están dando un protagonismo espectacular. Donde veraneo, en el Faro de Cullera, solamente disponemos de dos días para poder acudir al médico; dos días: martes y jueves de ocho a diez y media de la mañana. Y gracias, porque nos lo habían quitado también. Y eso para una población flotante que se intensifica en el verano. Pues bien, hay que entender la dinámica del proceso. El martes, de estar enfermo, debes de ir a pedir cita previa para el jueves, porque, de lo contrario, no te atienden; y  el jueves para el martes próximo. Que no se te ocurra ponerte a morir ni que te dé un infarto o algo así porque la palmas sin remisión.

Y pensar que se les aplaudía desde las ventanas en tiempos no muy lejanos. Yo sí que iba a aplaudirles, pero iba a ser en los hocicos, porque lo que es ahora se están pasando. ¿Qué pasaba?. Que estaban acostumbrados a una vida bastante regalada y ahora les viene grande una mayor carga de trabajo. No había más que observar el comportamiento de, por ejemplo, los celadores en los hospitales, que por desgracia he tenido ocasión de hacerlo. No pienses que, si uno había salido de su lugar de reunión para hacer un servicio, al siguiente aviso iba a volver él mismo, no, ya lo haría otro compañero según un turno establecido sibilinamente entre ellos.

Mi abuela tenía un dicho: “Al que no está acostumbrado a bragas, las costuras le hacen llagas”. Y no iba muy desencaminada.

Pero no quiero hacer sangre. Al menos no mucha.

La cita previa nos idiotizará poco a poco para hacernos más sumisos ante las ventanillas y los mostradores, y así, con el tiempo habrá más interés en conseguir aprobar una oposición, y asegurase el pienso,  que descubrir, por ejemplo, la cura contra el cáncer, o el Alzheimer.

Que somos así de chulos.

-MiguelitoNews- 

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