Pero esto no es nada comparado con lo que acontece desde
la pandemia que asola al mundo entero desde hace ya más de tres años. Y me
circunscribiré únicamente a lo que conozco; es decir, a lo relativo a España,
que en otras partes me es indiferente. A día de hoy se sigue hablando de una
sexta o séptima ola, que ya he perdido la cuenta; a una cuarta o quinta o tal
vez más campaña de vacunación con resultados inciertos.
Tras los polvos del Covid19 quedaron, como era de
esperar, estos lodos encuadrados en lo que, eufemísticamente, devinieron en
llamar “la nueva normalidad”, como si hubieran descubierto la penicilina o algo
así. Lo de antes, es decir la “normalidad” no volverá nunca, por desgracia, y
deberemos convivir de ahí en adelante con las novedades que nos ha deparado.
Es sabido que han acontecido varios e importantes hitos
en la historia de la humanidad, a saber: la conquista del fuego y su
conservación, el descubrimiento de la rueda, la revolución industrial mucho más
tarde, los grandes avances en la medicina, cosas, en definitiva, que mejoraron la calidad de vida de los seres
humanos, pero nada en comparación con algo inédito que ha surgido de la noche a
la mañana. Me refiero a:
La
cita previa.
Antes eran de todos conocidas ciertas coletillas, frases
hechas, preguntas absurdas que no merecían respuesta, porque tampoco la
demandaban los que las hacían, tales como: “¿Sabe usted con quien está
hablando….?”, “Vuelva usted mañana....”, y cosas por el estilo. Pero eso ya
está demodé, ahora la reina del baile es la cita previa, y seguramente mucha
gente no se ha parado a pensar el daño que nos está haciendo y el que nos queda
por sufrir, porque, ya puede uno dirigirse al sitio más insospechado para que
hayan hecho suya la tan manida frase, de modo que mucho me temo que, cada día
se irán apuntando más a la moda.
Lógico es pensar que para ciertas cosas haya que
solicitar una cita, y siempre ha sido así. No íbamos al dentista, ni al médico
ni a sitios por el estilo sin antes confirmar, pero es que ahora esto se ha
desmadrado de tal manera que, a poco que se empeñen, nos van a pedir la previa
hasta para ir al estanco. Yo mismo me he visto en situaciones increíbles desde
entonces, del estilo de acudir a una oficina de la Seguridad Social para
consultar algo relativo a la vida laboral y, contando con ocho puestos de
atención al público libres y nadie en la sala de espera, me han conminado a
solicitar la famosa cita previa para otro día, sin atender a mi razonamiento,
según el cual, al no estar ocupados los funcionarios, era impensable que no
quisieran atenderme.
Y es que el Covid19 a muchos les ha venido al pelo para
escaquearse más de lo que ya lo hacían, pero ahora con la “excusa” de la
palabreja de marras, que le están dando un protagonismo espectacular. Donde
veraneo, en el Faro de Cullera, solamente disponemos de dos días para poder
acudir al médico; dos días: martes y jueves de ocho a diez y media de la
mañana. Y gracias, porque nos lo habían quitado también. Y eso para una
población flotante que se intensifica en el verano. Pues bien, hay que entender
la dinámica del proceso. El martes, de estar enfermo, debes de ir a pedir cita
previa para el jueves, porque, de lo contrario, no te atienden; y el jueves para el martes próximo. Que no se
te ocurra ponerte a morir ni que te dé un infarto o algo así porque la palmas
sin remisión.
Y pensar que se les aplaudía desde las ventanas en
tiempos no muy lejanos. Yo sí que iba a aplaudirles, pero iba a ser en los
hocicos, porque lo que es ahora se están pasando. ¿Qué pasaba?. Que estaban
acostumbrados a una vida bastante regalada y ahora les viene grande una mayor
carga de trabajo. No había más que observar el comportamiento de, por ejemplo,
los celadores en los hospitales, que por desgracia he tenido ocasión de
hacerlo. No pienses que, si uno había salido de su lugar de reunión para hacer
un servicio, al siguiente aviso iba a volver él mismo, no, ya lo haría otro
compañero según un turno establecido sibilinamente entre ellos.
Mi abuela tenía un dicho: “Al que no está acostumbrado a
bragas, las costuras le hacen llagas”. Y no iba muy desencaminada.
Pero no quiero hacer sangre. Al menos no mucha.
La cita previa nos idiotizará poco a poco para hacernos
más sumisos ante las ventanillas y los mostradores, y así, con el tiempo habrá
más interés en conseguir aprobar una oposición, y asegurase el pienso, que descubrir, por ejemplo, la cura contra el
cáncer, o el Alzheimer.
Que somos así de chulos.
-MiguelitoNews-