jueves, 27 de mayo de 2010
LOS APODOS TAURINOS TERMINADOS EN "ET". (Final).
Con esta entrada, he llegado al final de la transcripción de "mi tesoro", el cual espero hayáis disfrutado tanto como yo.
"Se ha prescindido de citar a aquellos toreros conocidos en Valencia con alias terminados en la repetida fórmula, pero que, no obstante, han actuado oficialmente con el mote en su forma castellana. Tal es el caso del que fue matador de toros Manuel Soler Gisbert, anunciado en los carteles como "Vaquerito", pero que en boca de los aficionados valencianos era siempre "Vaqueret". Y "Vaqueret" se llama en los carteles un deudo suyo que actualmente ejerce la profesión taurina como banderillero.
Teniendo en cuenta que la tan repetida desinencia "et" resulta difícil de pronunciar para gran parte de los españoles, no tiene nada de particular que ciertos apodos taurinos así terminados hayan experimentado modificaciones, alguna de las cuales ha acabado venciendo a la forma primaria y auténtica.
"Punteret", "Blanquet" y "Pastoret", por ejemplo, han sido pronunciados muchas veces "Punteré", "Blanqué" y "Pastoré", aunque la "te" final se ha mantenido siempre en los impresos: carteles, periódicos, diccionarios, etc.
No aconteció así en el caso del que los libros llaman Blas Meliz o Méliz y apodan "Blayé", que no es sino el diminutivo estropeado del nombre valenciano Blai, correspondiente a Blas. Este "Blaiet", como en realidad debiera escribirse, nació en Valencia el año 1818. No sólo era un excelente banderillero, simo un hábil saltador con garrocha, ejercicio que le permitían sus jefes, primero "Cúchares" y luego "El Salamanquino", pues entonces no impedían los maestros el lucimiento de los subalternos. Murió Blas en Madrid, de una congestión pulmoner en 1856. Y merece citarse el caso de que Julián Casas, o sea "El Salamanquino" obligó a quien lo sustituyó en la cuadrilla a entregar cien reales por cada corrida, durante dos años, a la madre del difunto.
No al final, sino al principio, sufrió una anomalía el remoquete de cierto lidiador, seguramente modesto, que aparece en el siguiente anuncio publicado por "El Diario de Valencia" en 7 de Junio de 1802.
"Hoy lunes, si el tiempo lo permite, se ejecutará en la Plaza de Toros una famosa Corrida de Novillos de la acreditada torada de Vicente Royo (alias el Zapateret), la que procurará divertir al público haciendo todas las habilidades posibles. Habrá dos novillos de muerte y se pondrán banderillas de fuego, concluyéndose la función con algunos fuegos artificiales. La entrada será a dos reales de vellón, y el que tome silla pagará tres reales de vellón además de la entrada. Se empezará a las cinco".
Se ha copiado el anuncio porque contiene algunas notas pintorescas; pero huelga advertir que el tal "Zapateret", con esa "zeta" inicial tan fina y con esa "pe" intercalada, era en boca de sus coetáneos un sencillo "Sabateret", ya que nunca se ha llegado a formas tan gratuitamente híbridas como la escrita por el anónimo redactor de aquel aviso.
Con esto, pudiera darse por agotado el tema, al menos con el alcance que previamente se le ha fijado, pero si estas páginas tienen por casualidad un lector no valenciano, quizá note la omisión de un alias que sonó muchísimo en un momento determinado.
¿Quién no se acuerda de Manolo Granero?. Nació en Valencia el año 1802. Encarnó acaso como nadie la conjunción del torero artista y del torero valeroso, pues la fruición estética con que desarrollaba su actividad frente a los toros –todavía de tamaño, fuerzas y defensas naturales- no se quebraba ni cuando había que mantenerla jugándose la vida con grandes probabilidades de perder. Al tomar la alternativa, se erigió en la primera figura de la tauromaquia y se aureoló en todos los ruedos no solo con la admiración sino con la simpatía de todos los públicos. Pero muy pronto, -en 1922- murió en la plaza matritense, destrozado por una res de Veragua.
Pues bien: Manolo Granero, que llevaba en su arte taurino la luminosidad de Valencia, fue llamado "Manolet" por muchos panegiristas madrileños y por sus imitadores, sobre todo en las revistas especializadas. Con ello, en fin de cuentas, se reconocía esa valencianidad de Granero; pero la verdad es que se creaba un nombre, un apodo o lo que fuera completamente artificioso y desarraigado de la realidad; en Valencia nunca se ha llamado a nadie "Manolet"; el diminutivo o forma familiar de Manuel es corrientemente la forma castellana "Manolo": Claro está que existe el diminutivo castizo "Nelet"; pero, francamente, por su adscripción a esferas humildes o rústicas, no parece muy apropiado para un torero de importancia.
Para finalizar, una advertencia.
Este ensayo -¿se puede llamar así?- no presenta la frivolidad del tema compensada con esas notas a pie de página, que generalmente son ociosas, ni con esas citas de obras que, en muchos casos, el citador no ha leído.
De todos modos, es de justicia consignar que, para la captura de datos, se ha acudido al frondoso campo de "Los toros. Tratado técnico e histórico", escrito por don José María de Cossío. El procedimiento es perfectamente lícito, sobre todo para quienes creen que esa verdadera enciclopedia taurina honra a su autor y a la industria editorial española. Menos bien está que saqueen sus tomos quienes, con aire doctoral, pregonan que en tal página hay una fecha equivocada, o que en la relación de toreros falta Menganito de Cual, tan conocido en su casa a las horas de yantar.
Se ha acudido, pues, a la obra del señor Cossío. Pero se habla también, con datos suficiente, de toreros que por una u otra razón, no figuran allí. Los críticos comineros, si no tienen nada más útil que hacer, pueden entretenerse averiguando quiénes son esos toreros."
Fuente:
-Francisco Almela y Vives-
Separata del Almanaque de Las Provincias.
Valencia. Editorial Francisco Doménech, S.A. 1950.
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