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de Julio de 2021. “Annus horribilis”, ríete tú del de la reina Isabel II del
Reino Unido.
Tristeza y rabia, o rabia y
tristeza, no sé cual de la dos echar por delante, como dicen los toreros, pero
creo que una es consecuencia de la otra, así que casi da lo mismo el
orden. Siento rabia, mucha, por la
situación que tenemos que soportar, no solo yo, sino el resto de mi familia más
cercana, y no creo que hayamos sido tan malos como para tener que purgar este
castigo. Entiendo que hay una cosa indudable en esto de la vida, que es el
tener que ocuparse de tus mayores porque también ellos se ocuparon de nosotros
cuando éramos tan dependientes como lo son ellos ahora.
Yo desconozco si llegaré a
esas edades ni si seré tan, digamos desobediente con los que tengan la
desgracia de ocuparse de mí. De ahí que ahora se me antoje tan difícil el
batallar a cada momento para evitar males mayores que, a no dudar, están a la
vuelta de la esquina y ellos no quieren o no saben ver. Y yo tengo un temperamento
que es incompatible con la mínima dosis de paciencia necesaria para llevar
esto.
Lo intento, costándome una
enormidad, pero llega un momento en que no puedo más y salto, a pesar de que,
como me ha dicho hoy mi amiga Pili, respiro hondo, pero creo que cuanto más
hondo respiro más profundamente entra la amargura. Y tengo ganas de llorar. Y
lloro, no lo que debería pero si un poco. No es justo, pero es lo que hay, como
bien dice Montse, a quien, muy a mi pesar, le alcanzan los daños colaterales.
Mientras que otros, con mayor obligación, tomaron las de Villadiego hace años y
eso, cuando se te calienta la sangre hace que hierva sin añadir más fuego.
Escribo para desahogarme. Me
sirve un poco como válvula de escape. Pero como siempre me pasa, la inspiración
me llega por las noches cuando ya estoy en la cama y no puedo poner por escrito
todo lo que me viene a la mente, y creo yo que debe de ser por culpa de las
Musas, esas que se supone le calientan la cabeza a uno. Pero deben de ser más o
menos como mi hija María, que duerme de día y vela de noche, con lo cual no hay
manera humana de llegar a buen término.
Y mira que compongo cada
ripio en mi cabeza que, de poder escribirlo llenaría un par de hojas al menos,
pero no me he decidido todavía a levantarme y ponerme a escribir. Ahora me
cuesta el doble escribir la mitad. Y encima es muy prosaico. Con lo rimbombante
que me sale tumbado y lo soso que queda ahora.
Ahora estoy solo, no he
encendido siquiera la televisión y, a pesar del calor reinante no estoy demasiado
mal. Tranquilo de momento, que mañana por la mañana vienen mal dadas, como cada
día; pero en estas horas solamente tengo la desagradable molestia de ver a los
malditos bichitos que pululan día y noche por la casa, saliendo de todos los
rincones inimaginables. ¡Y como corren los cabrones….!.
Creo que nunca he sido mucho
de aceptar eso del Más Allá; ni como premio ni como castigo, y cada día me
ratifico más en mi pensamiento porque ni soy tan bueno como para alcanzar la
gloria eterna ni tampoco para arder en el más profundo de los infiernos con un
demonio pinchándome en el culo para que me haga vuelta y vuelta sin pasarme.
Vaya, lo que los anglosajones llaman “medium rare”. La vida es un tránsito que
a cada uno se le reparte según van llegando, porque de otro modo no entiendo el
criterio que se sigue para que unos vayan sobrecargados de bondad llegando a
ser tontos del culo, mientras que otros no merecerían ni respirar.
Y conozco alguno de los dos
tipos. Para variar, mezcladito, y así no nos aburrimos.
Y yo, ante todo y sobre
todo, tengo que reconocer que soy un privilegiado; con un poquito de lo malo
también, que hay que sufrir un mínimo de cuota. En el bombo que rige los
destinos de la vida no es que me haya tocado el gordo, pero podíamos decir que
al menos la pedrea sí. He tenido la enorme suerte de encontrar a la mujer de mi
vida en una persona que a veces creo no merecer, porque mira que le he dado
disgustos; algunos ajenos a mi voluntad por culpa de mi enfermedad, por la
familia adosada de regalo y otros por ser un capullo redomado. Y ahí está, al
pié del cañón día tras día, para ser mi consuelo y mi paz.
Porque no puedo decir que
sea cariñosa en exceso, no es eso, ella a su modo quiere a la gente sin
aspavientos y a mí me ha colmado siempre de felicidad y no he podido desear más
que lo que siempre me ha hecho sentir, es decir, un gran amor que crece
exponencialmente con cada día que pasa. Yo se lo digo, pero ella no me cree. Y
es verdad. ¿O será que me estoy haciendo viejo y más sensible a la carrera…..?.
Yo sigo creyendo que no. Es la verdad de la buena.
Nunca me ha sabido tan bien
el escuchar un “Te quiero” estos dos
últimos días, esas dos palabras que a mí tanto me cuestan decir y que no tengo
perdón por no hacerlo. A menos una vez al cabo de las mil. Y ese “Buenas noches, cielo”, que me sabe a
gloria bendita. ¿Por qué seré tan cenutrio….?.
También he tenido, y
continúo teniendo, dos hermosas hijas y otras tantas nietas. Más que hermosas,
que lo son, sanas, que es el verdadero y mayor de los regalos que se pueden
esperar en este mundo, porque desgraciadamente también he tenido lo contrario
en mi familia durante años, y ahora, cuando se supone que tengo una edad para
disfrutar de acuerdo con mis años en muchas cosas, ahora se me complica la vida
un montón.
Yo creía haber pagado la
parte que me correspondía durante más de treinta años de mi vida conviviendo en
la cuerda floja, siempre al borde de la ruptura, siempre al límite de que se
desatara la locura y mi padre entrara en acción. Porque era él quien abría el
fuego sin mirar a quien podía lastimar. Y lastimaba mucho, y demasiado a
menudo. Con el tiempo he llegado a pensar como podía ser tan insano el vivir
así, siempre de gresca. Anulando voluntades y agrediendo cobardemente a quien no
quería ni podía defenderse.
Reconozco ahora que fui un
cobarde por consentir entonces todo eso.
Y ahora yo, y por
consiguiente las personas a las que más quiero, nos vemos en una situación que
siendo parecida es, a la vez, distinta. Pero igual de mala e indeseada, y con
la misma solución que la que hubo anteriormente, es decir: ninguna. Al menos no
la encuentro. La historia se repite; mi abuela murió con la pena de dejar la
carga de su hijo a mi madre y ahora ésta tiene la misma pena al ver llegado el
fin de sus días dejando tras de sí lo mismo para sus hijos. O mejor dicho, para
su hijo. Que el otro ya dijo que no tenía madre conocida.
Y eso hace acrecentar la
rabia que mencionaba al principio cuando pienso en cómo se puede ser tan
mezquino y despreciable, por decirlo con palabras normales, desentendiéndose de
todo y de todos para luego, cuando pregunta y se le cuenta la realidad del día
a día, es entonces cuando, lleno de lo que cree es estar siendo ofendido, entonces es cuando
sale gallito y quiere arreglar las cosas a golpes.
Y la tristeza te alcanza
cuando piensas más detenidamente de lo que debieras en todas esas personas, por
llamarlas de algún modo, que se creen con derecho a todo y sin obligación
alguna. A esos que, cuando les pones las peras al cuarto –que también uno tiene
su genio- a esos que te esperaban dócil y sumiso les es difícil digerir que
osen enfrentárseles. Y hasta que llega ese momento tú convives con tu tristeza.
Y tú rabia.
Y lo dejo por hoy, que se me
acaban las ideas, por lo menos hasta que me acueste, ahora que, con este calor
que estamos pasando, con esta noche tropical, igual me levanto y me reengancho.
O mejor no. A la cama, que
ya es hora.
-MiguelitoNews-
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