martes, 28 de septiembre de 2021

CARTAS A MI AMIGO. (¡Qué divertido es esto de la pesca.....!)

 

Querido Andrés:

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te escribí, lo sé y lo siento, pero en mi vida también han surgido complicaciones que me han hecho olvidar la cita que regularmente tenemos para contarnos, o más bien contarte lo que pasa por aquí.

Un verano entero sin ti, el primero de todos los que me quedan por pasar y se hace duro. Muchos recuerdos vuelven a pasar factura muy a mi pesar, pero como siempre se ha dicho: el mundo gira y hay que seguir viviendo, para bien o para mal. Y eso hago, o al menos lo intento, pero créetelo, es jodido. Mucho. La verdad es que casi no he ido a pescar, en parte porque no hay Dios que pesque una mierda y también porque ni he tenido tiempo ni el mar estaba por la labor. Y no son excusas, ya que hasta Luís se ha prodigado poco.

Y hablando del ruin de Roma te lo tengo que contar o reviento. Resulta que estuvo de vacaciones en Septiembre y yo, por entonces, estaba ocupado con temas familiares, con lo cual no nos hemos juntado excepto para almorzar el domingo pasado. Pero te cagas lorito. Se va una mañana al panorama y, entre otras piezas pesca una dorada de más de tres kilos con la caña de corcho.

  Mira que contento está el mamón. Me contaba que tardó veinte minutos en poderla sacar del agua y con ayuda de un salabre, por supuesto.

Ya sabes de la “lana” que siempre tiene, lo cual no obsta para admitir que es uno de los mejores pescadores de la “contorná”, y no te digo más si lo comparamos contigo y conmigo. Pá mear y no echar gota. Si llegamos a estar presentes no sé lo que habría podido pasar. Lo que desconozco por completo es si la pescó valiéndose de “la técnica” o con buenas artes. Nunca lo sabremos. La cuestión es que te adjunto la foto para que te chirríen los dientes.

¿Recuerdas cuántas doradas sacamos el Julio pasado tú y yo?.

Como sabes que no creo en todas esas cosas, te dije una vez que, si tenías a bien intentar comunicarte conmigo desde donde estés –cosa que dudo- solamente tenías que hacer que pescara un sargo real grandecito para convencerme. No ha sido así, pero mejor, porque si alguna vez pasara algo así me iba a cagar del susto y a replantearme desde cero el ir a hablar con la Iglesia. Y eso no está en mi ánimo.

Aquí seguimos embozados con la puñetera máscara porque la pandemia continúa tocando las narices y se pasa mal. Imagínate tú todo el día con ella puesta con estos calores, pero no hay manera de acabar con esto. Yo no sé cuándo podré tirarla a la basura para siempre y volver a respirar normalmente, o al menos, como dicen los políticos, con “la nueva normalidad”. Que hay que joderse con la palabrita.

Me contó María que tu hija sacó unas notas excepcionales, con un diploma honorífico incluido, y eso me hizo sentirme tan orgulloso como si fueras tú. Por un momento me puse en tu piel e intenté absorber toda esa alegría para, posteriormente, transmitirte por el conducto que tenemos establecido tú y yo, la sensación más grande que podías albergar en tu cuerpo. Me lo permites, supongo.

Y poco más tengo que contarte. No pasan muchas cosas, y la mayoría no son tan buenas como quisiera, pero de vez en cuando está bien que te ponga al día y hablemos un poco, aunque sea epistolarmente y solo hable yo, que esa es otra. Pero me hago cargo de tus limitaciones.

El sello desde el Más Allá debe de costar un huevo.

Tu amigo.

-Miguel-

 

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