sábado, 28 de enero de 2023

¿Cómo os lo diría...?

Conozco a un señor tan campechano él  que hasta se ha hecho muy amiguito de los árabes -que no dejan de ser moros, eso sí, con un montón de pasta- que ha decidido, al parecer  quedarse, quién sabe si para siempre, al caloret del sol saudí, que se está mucho mejor -¡donde va usted a parar!- que en los Madriles, por mucha calefacción pagada que tenga.

Como consecuencia de su decisión, y en concordancia con lo que en su día proclamó el año que estaba en su apogeo el lío de un pariente político suyo en el tema de los dineros, sí hombre, cuando aquello de "no me consta; no lo recuerdo; lo desconozco; mi marido y yo no hablamos de negocios en casa" y otras lindezas por el estilo; pues eso, en aquel tiempo nos contaba que "todos somos iguales ante la ley" -¿dónde había oído yo eso antes...?-, y claro, así, en abstracto, pues tiene razón. Pero sabido es que la ley no siempre es justa, porque una cosa es la ley y otra la justicia, y no tienen por qué ir juntas; igual que una cosa es la familia y otra los seres queridos. Sirva como ejemplo.

Resumiendo, que a tenor de la ley tributaria en la que se nos dice que: "se considerará residente en España aquel 

Que permanezca más de 183 días, durante el año natural, en territorio español. Para determinar este período de permanencia en territorio español se computarán las ausencias esporádicas salvo que el contribuyente acredite su residencia fiscal en otro país. En el supuesto de países o territorios de los calificados como jurisdicción no cooperativa, la Administración tributaria podrá exigir que se pruebe la permanencia en el mismo durante 183 días en el año natural.

Y también:

Que radique en España el núcleo principal o la base de sus actividades o intereses económicos de forma directa o indirecta". 

De modo que, en definitiva, si le tocaba pagar algo en el I.R.P.F. (y si lo pagaba), y en el Impuesto sobre el Patrimonio (y si también lo pagaba, cosa que se me permitirá dudar), pues nada, que no le viene bien a partir de ahora; que no lleva nada suelto, vamos. Y es legal, no lo dudo, pero, ¿es de justicia?. Con lo que quiere él a su país, al de aquí, no al de los moritos, que también, y ahora quiere hacer, y lo hará, como los youtubers que se fueron a Andorra para no pagar impuestos aquí; como los deportistas y famosillos que buscan y consiguen nacionalizarse en países más, digamos benevolentes con el tema de la pasta.

A estos últimos se les ha demonizado, con o sin razón, que yo creo más en lo primero que en lo segundo, porque la riqueza que generan, después de haberlos criado en España, enseñado lo poco o mucho que saben en las escuelas de aquí, curado en la Seguridad Social cuando se hicieron una raspadura cayendo de la bici u operado de anginas, pongamos por caso, ese dineral que ganan sin hacer nada, o casi, que sería discutible desde la interpretación seria de la palabra trabajareso, de justicia será que revertiera aquí, que es donde se les dieron los medios hasta para que pudieran comprarse la Play con la que aprendieron a "hacer la mona en Internet".

Y es que, por mucha pasta que se tenga, a ninguno se nos escapa que pagar jode, cuanto más tengas más te toca apoquinar, con lo cual exponencialmente más te jode y yo, lo digo en serio, a pesar de estar pontificando aquí lo contrario, me lo tendría que pensar, habida cuenta lo mal que me encuentro representado y querido por mi gobierno y la desigualdad existente según seas más o menos. No es lo mismo deber millones a Hacienda, como algunos (muchos) cantantes, futbolistas, clubs deportivos y deportistas en general; artistas, en definitiva, en el arte de engañar -o cuanto menos intentarlo-, que yo, por ejemplo, que como me equivoque al hacer la declaración de renta -esa que cada día es más difícil de rellenar y esa a la que las personas mayores le temen más que a la bicha-, tardan poco en mandarme el aviso con la amenaza de multa y el recargo correspondiente por los intereses.

Así pues, el citado señor se irá de rositas con sus dineritos y sus posesiones y sus prerrogativas y sus regalitos y sus casas gratis y sus vacaciones en las islas y sus......, y sin pagar nada por ello. Pobrecito, dirán algunos, a su edad, con sus achaques. ¡Pues que no se vaya, que nadie lo echa de aquí!, ¿o tal vez sí? Siempre me quedará esa duda. Además no sería la primera vez que le pasa. Lo de vivir en el exilio, quiero decir.

Y siguiendo con lo de tributar, pero más de andar por casa, resulta que me han subido -a todos los pensionistas, no solo a  mí- la pensión. ¡Qué majete es nuestro presi! Con lo poco que lo quiero y lo mal que me cae y, sin embargo ya ves, un aumento para que pueda vivir mejor ahora que la cosa está tan chunga, para que piense si me compensa gastarme lo que voy a cobrar de más en una comida familiar (para tres como mucho, que no hay más que rascar) o si, por el contrario, me  planteo unas vacaciones más allá de Cullera. Pero ojo, que es un regalo envenenado que mucha gente no se ha parado a abrir, porque ya llegará el tío Paco con las rebajas y nos espera a principios de Abril para ponernos las peras al cuarto.

Es decir, para que se entienda: que para muchos, excepto para las pensiones más bajas, entre las que me encuentro, la incidencia será menor, porque en nada o en poco alterará lo cobrado durante el año al no llegar al imite para declarar obligatoriamente. Otra cosa será para aquellos con pensiones altas, que tendrán un aumento significativo en el impuesto que no les hará gracia alguna. Pero, ¿y lo bien que quedan y lo mucho que los van a querer algunos cuando se planteen tirar la papeleta en la urna?

¿Es envenenado o me lo parece a mí?

Por si faltaba poco me llaman del banco, que no me llaman nunca, por cierto, para decirme que tienen un producto para invertir, lo que antes se llamaba plazo fijo -sí, ¿no te acuerdas?, aquello que un día dejó de pagarte una mierda de intereses por dejarles el dinero sin mover durante un tiempo-, y que seguramente ahora tendrá un nombre más rimbombante, y que creen podría interesarme -más bien les debe de interesar a ellos, creo-, porque me darían, después de dieciséis meses, un 3,5% de interés, eso sí, sin citar la retención del IRPF, ni la comisión a aplicar ni, por supuesto que piense por un momento en que tendré dos pagadores y habré de cuidar que no me den más de 1.500 euros de beneficio porque, de ser así, me bajará el límite exento de declarar en renta y luego vendrán los lloros.

Así que, de momento, me conformo con seguir igual que estaba, no vaya a ser que me embale y la caguemos. 

Que yo no tengo amigos moritos a los que recurrir.

Como le dice E.T a Elliot: 

"Pórtate bien".



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