sábado, 24 de diciembre de 2022

No me gusta la Navidad. ¿Puedo....?

 

No me gusta la Navidad. Y no es una cosa nueva, al contrario, es un sentimiento que viene de lejos y se repite cada año cuando llegan estas fechas. Supongo que algo tuvo que ver el hecho de que un año, por bocachanclas, en vez de continuar como si nada, no se me ocurre nada mejor que decir públicamente ante la familia que ya no quería recibir las estrenas.

Y es que, a pesar de tener ya una edad en la que pudiera parecer exagerado, en mi casa continuaba esa tradición, hasta que metí la pata y me quedé, al igual que mi mujer, sin aguinaldo. Porque desde que tengo uso de razón –y no hace mucho de eso- esperaba con ansiedad las horas posteriores a la comida del día 25 para pasar uno por uno a mis familiares y escurrirles un poco el bolsillo. Luego, bien asesorado por mi madre, apartaba una pequeña cantidad de lo recibido para, invariablemente dirigirme a la Feria de Navidad, en principio a la Alameda y no recuerdo si acudí a otro emplazamiento con los años.

Pero para mí, la Navidad me resulta triste, porque comparo ahora la alegría de reunir a varios miembros de la familia, teniendo que hacer verdaderos esfuerzos para conseguir meter en una casa no demasiado grande a tanta gente, del orden de doce o catorce personas, con lo que eso conllevaba, es decir, alargar artificialmente y peligrosamente la mesa mediante algún artilugio inventado por mi padre, y pedir alguna que otra silla a los vecinos.

Luego pasar interminables horas sentado a la mesa, comiendo más de lo aconsejable, jugando, por la tarde, al Palé, juego de mesa antecesor al Monopoly que solamente los que ya gozamos de una edad conocieron, o a los Juegos Reunidos Geyper. Cuéntales, no ya a tus hijos, que te miran con ojos de asombro e incredulidad, sino a tus nietos –si los tienes- esos que ya nacieron con un teléfono móvil bajo los pañales, y te darás cuenta de lo viejo que te está haciendo.

Pero era niño, y mantenía la ilusión de la fiesta, del cambio de rutina habitual durante todo el año, de creer en los Reyes Magos y todo eso. Y disfrutaba –además- de juntarme con mis primas y tíos, con la inocencia que tendía a olvidar el trabajo extra que para mi madre y mi tía suponía cocinar, alimentar y, sobre todo, fregar cantidad de cacharros tras la comida.

Ahora falta mucha gente alrededor de la mesa; muchos se fueron para no volver, simplemente por razón de edad, y es difícil juntar más allá de ocho personas. Se echa de menos, a unos más que a otros, a los familiares y amigos. Se acuerda uno de quienes, a pesar de no pertenecer a la familia ni haber concurrido nunca a estos saraos, están en la memoria. De aquellos que nos dejaron hace poco con un regusto amargo en la boca, por mucho que la reguemos con champagne o cava, o lo que prefieras, eso lo dejo a tu elección.

Y estoy triste porque Diciembre es un mes que me trae malos recuerdos, especialmente el del año pasado, en el que perdí a mi hermano pequeño; en el que celebré con mi querida cuñada su última Nochebuena a sabiendas –tanto ella como los demás- que no volveríamos a vivirla como tal. Y eso, acompañado de que, como dije antes, había perdido la fe en la Navidad y los villancicos y en todas esas buenas intenciones que la gente –no sé porqué- se empeña en recordarme con mensajes de móvil y SMS, eso me condiciona y puede hacerme parecer insociable, el Grinch o el señor Ebenezer Scrooge. Nada más lejos de la realidad.

Soy una persona normal –a menos que alguien me haga ver lo contrario- que valoro la amistad y por eso, a pesar de los convencionalismos que comportan estas fechas, me alegra que los amigos y conocidos me feliciten las fiestas y el Año Nuevo, aunque sea con vídeos al uso, porque lo importante, lo verdaderamente importante es que te recuerden.

Aunque no me guste la Navidad.

Diciembre 2022.

viernes, 7 de octubre de 2022

LA CITA PREVIA.

El mundo este en el que habitamos ha sufrido diversos avatares durante los más de dos mil años que, según la iglesia, llevamos viviendo en gracia de Dios. Ha habido plagas bíblicas, guerras –todavía las hay-, grandes cataclismos en forma de terremotos, inundaciones, incendios, genocidios, etc. Y, sin embargo seguimos sobreviviendo mal que mal y destruyendo mientras tanto la Tierra que nos sustenta y nos acoge.

Pero esto no es nada comparado con lo que acontece desde la pandemia que asola al mundo entero desde hace ya más de tres años. Y me circunscribiré únicamente a lo que conozco; es decir, a lo relativo a España, que en otras partes me es indiferente. A día de hoy se sigue hablando de una sexta o séptima ola, que ya he perdido la cuenta; a una cuarta o quinta o tal vez más campaña de vacunación con resultados inciertos.

Tras los polvos del Covid19 quedaron, como era de esperar, estos lodos encuadrados en lo que, eufemísticamente, devinieron en llamar “la nueva normalidad”, como si hubieran descubierto la penicilina o algo así. Lo de antes, es decir la “normalidad” no volverá nunca, por desgracia, y deberemos convivir de ahí en adelante con las novedades que nos ha deparado.

Es sabido que han acontecido varios e importantes hitos en la historia de la humanidad, a saber: la conquista del fuego y su conservación, el descubrimiento de la rueda, la revolución industrial mucho más tarde, los grandes avances en la medicina, cosas, en definitiva,  que mejoraron la calidad de vida de los seres humanos, pero nada en comparación con algo inédito que ha surgido de la noche a la mañana. Me refiero a:

La cita previa.

Antes eran de todos conocidas ciertas coletillas, frases hechas, preguntas absurdas que no merecían respuesta, porque tampoco la demandaban los que las hacían, tales como: “¿Sabe usted con quien está hablando….?”, “Vuelva usted mañana....”, y cosas por el estilo. Pero eso ya está demodé, ahora la reina del baile es la cita previa, y seguramente mucha gente no se ha parado a pensar el daño que nos está haciendo y el que nos queda por sufrir, porque, ya puede uno dirigirse al sitio más insospechado para que hayan hecho suya la tan manida frase, de modo que mucho me temo que, cada día se irán apuntando más a la moda.

Lógico es pensar que para ciertas cosas haya que solicitar una cita, y siempre ha sido así. No íbamos al dentista, ni al médico ni a sitios por el estilo sin antes confirmar, pero es que ahora esto se ha desmadrado de tal manera que, a poco que se empeñen, nos van a pedir la previa hasta para ir al estanco. Yo mismo me he visto en situaciones increíbles desde entonces, del estilo de acudir a una oficina de la Seguridad Social para consultar algo relativo a la vida laboral y, contando con ocho puestos de atención al público libres y nadie en la sala de espera, me han conminado a solicitar la famosa cita previa para otro día, sin atender a mi razonamiento, según el cual, al no estar ocupados los funcionarios, era impensable que no quisieran atenderme.

Y es que el Covid19 a muchos les ha venido al pelo para escaquearse más de lo que ya lo hacían, pero ahora con la “excusa” de la palabreja de marras, que le están dando un protagonismo espectacular. Donde veraneo, en el Faro de Cullera, solamente disponemos de dos días para poder acudir al médico; dos días: martes y jueves de ocho a diez y media de la mañana. Y gracias, porque nos lo habían quitado también. Y eso para una población flotante que se intensifica en el verano. Pues bien, hay que entender la dinámica del proceso. El martes, de estar enfermo, debes de ir a pedir cita previa para el jueves, porque, de lo contrario, no te atienden; y  el jueves para el martes próximo. Que no se te ocurra ponerte a morir ni que te dé un infarto o algo así porque la palmas sin remisión.

Y pensar que se les aplaudía desde las ventanas en tiempos no muy lejanos. Yo sí que iba a aplaudirles, pero iba a ser en los hocicos, porque lo que es ahora se están pasando. ¿Qué pasaba?. Que estaban acostumbrados a una vida bastante regalada y ahora les viene grande una mayor carga de trabajo. No había más que observar el comportamiento de, por ejemplo, los celadores en los hospitales, que por desgracia he tenido ocasión de hacerlo. No pienses que, si uno había salido de su lugar de reunión para hacer un servicio, al siguiente aviso iba a volver él mismo, no, ya lo haría otro compañero según un turno establecido sibilinamente entre ellos.

Mi abuela tenía un dicho: “Al que no está acostumbrado a bragas, las costuras le hacen llagas”. Y no iba muy desencaminada.

Pero no quiero hacer sangre. Al menos no mucha.

La cita previa nos idiotizará poco a poco para hacernos más sumisos ante las ventanillas y los mostradores, y así, con el tiempo habrá más interés en conseguir aprobar una oposición, y asegurase el pienso,  que descubrir, por ejemplo, la cura contra el cáncer, o el Alzheimer.

Que somos así de chulos.

-MiguelitoNews- 

jueves, 23 de junio de 2022

CARTAS A MI AMIGO. (Sant Joan).



Querido Andrés: 
Esta noche es la noche de San Juan, tu fiesta mayor por antonomasia, la noche que, caiga quien caiga, hay que celebrar por encima de todo. Déjate de historias de Fallas, la Fira de Xátiva y hasta el Corpus  –la Conferencia Episcopal y el papa Paco no me lo perdonará en la vida-  todas esas fiestas estaban de más. A estas horas, son las cinco y cuarto de la tarde, ya estarías en las palmeras preparando la fiestuqui a todo tren. Con tu barbacoa o lo que tocara este año, que no siempre va a ser igual. Hay que innovar, y tú en eso eras único.

-¡Que está prohibido por el Covid!.....

-Y a mi qué.

-¡Que no se puede montar el chiringuito privado…..!

-Que les den.

Pues estaría bonito que te fueran poniendo a ti cortapisas. ¡Como si no te conocieran!.

Pero hoy, al igual que el año pasado, la Nit de Sant Joan no es ni puede ser lo que era. Está descafeinada. Le falta algo esencial. Faltas tú, joder. Ya sabes que nunca he acudido a tu invitación en esta noche, porque no me van las aglomeraciones y tú no eres de los que celebran algo, lo que sea, en petit comité, no, tú a lo grande. Con dos cohones.

El mundo no sabe lo que se ha perdido porque, en la situación actual, con todo el lío que hay montado entre la guerra de Ucrania, el gobierno del señor Sánchez, la subida de los precios y tal y tal, tendrías ahí un cúmulo de temas para debatir y desmenuzar a tu aire, que ríete tú del Congreso de Diputados. No dejarías títere con cabeza y estaríamos riéndonos de tus dichos sin parar, porque tiene tela.

Pero no va a poder ser, lamentablemente, y hemos de conformarnos con los recuerdos, que son muchos y variados. Y eso, los recuerdos, mantienen viva la llama de todos los que te conocimos. Estoy en Valencia de paso, ya te dije que estoy actualmente en Cullera, y no podía desperdiciar la ocasión de hacer una mención, aunque mínima, al día de hoy.

Te dejo, que me reclaman.

Pasa tu fiesta como puedas.

No dudo que invitarás hasta a Dios padre.

Es lo tuyo.

Tu amigo.

-Miguel-

CARTAS A MI AMIGO. (Julián).

 

Querido Andrés:

Se ha muerto Julián, tu suegro, y yo, aunque te estoy escribiendo nada más enterarme, no te puedo hacer llegar la noticia porque estoy en Cullera y aquí no tengo conexión de Internet. Pero seguro que tú ya le habrás encontrado porque, según dicen. Las almas pesan 21 gramos y nos es difícil que ya haya llegado hasta donde tú estás, así que ahora ya tienes pareja para jugar al “truc”, que ya sé que le gustaba tanto o más que a ti, pero ándate con cuidado porque por menos de nada “te tira la falta” y ya te ha jodido la partida, que no sería la primera vez.

Yo sabía que estaba pachucho y se dedicaba a cuidar de tu suegra, que parece estar algo peor, pero aún así ha sido una sorpresa, ya que no le hacía tan mayor. Supongo que tu madre estará desolada, al igual que María, pero en su caso se agrava mucho más por la extraordinaria relación que siempre han tenido, pero qué le vamos a hacer. Cuando metemos la cabeza en el agujero como los avestruces dejamos, a su vez, el culo al aire, y ahí nos las dan todas, una detrás de otra.

En lo que va de año he perdido a cuatro personas de mi familia directa, a saber: mi hermano, mi prima, mi cuñada y mi tío, y ahora, para cerrar el ciclo –de momento- Julián. Y es que la vida es una  puta mierda, ya te lo dije cuando te marchaste, y entenderás que poco o nada ha cambiado y, si acaso, a peor, porque se empeñan en complicarnos el ya de por sí difícil tránsito por este valle de lágrimas, y si no ya lo hacemos nosotros sin ayuda alguna. ¿Quieres algún ejemplo?, pues ahí va: La gasolina está por las nubes, el euríbor al alza, la deuda nacional creciendo, el gas y la luz que te cagas, y el agua ni te cuento. Aquí valdría tu consejo de beber vino con gaseosa.

Para que te hagas una idea, los curas se están planteando administrar la extremaunción con Ketchup en lugar de los sagrados óleos, porque el aceite está que ni tocarlo. Ni te piensas lo muchísimo que ha subido. Y así un día tras otro. Suerte que tú no tienes esos problemas, aunque no dudo que te gustaría tenerlos, al menos para poder despotricar como los demás.

Te echamos mucho de menos, ya lo sabes, Sobre todo en los almuerzos, que es muy raro el hecho de que no salgas a relucir por una u otra cuestión, que tenías para todos los gustos y colores. Siempre hay algo que nos recuerda a Andrés, y eso dice mucho de ti, de tu peculiar forma de ser. Tienes, no lo dudes, muchos fans en la tierra.

Y ya está, poco a poco te iré informando con lo que pase, y espero que sean mejores noticias. Sigo sin pescar una mierda. Dale un abrazo a Julián de mi parte y otro muy grande para ti.

Por los buenos momentos que vivimos, y como siempre, cuídate.

Aunque sé que ahí no te hace falta.

Tu amigo.

-Miguel-

P.D.( Esta carta se escribió el día del fallecimiento de Julián y se cuelga hoy en el blog por no disponer de Internet hasta hoy).

miércoles, 15 de junio de 2022

Mi Ayuntamiento y mi parque no se quieren,

 Esta es la carta que envio al Ayuntamiento de Valencia para ver si de una vez me prestan atención.

A quien corresponda.

No es la primera vez, e intuyo que tampoco será la última en que me pongo en contacto con alguien ¿? del Ayuntamiento para solicitar que sea atendido el asunto que les detallo a continuación, y la verdad es que me hubiese gustado antes, y también ahora, que el trato fuese un poco menos impersonal que las veces anteriores; es decir: que una persona se pusiera en contacto conmigo para explicar el problema más allá de una simple hoja de papel que, por lo que veo, no sirve para mucho.

La cuestión planteada tiene como objeto el jardín que discurre a lo largo de la Avenida de los Hermanos Maristas, entre las calles de Amado Granell y la Carrera de la Font de Sant Lluís, y centrándome especialmente en el tramo que discurre frente a mi domicilio, es decir: entre la calle del Bombero Ramón Duart y la citada Carrera de Sant Lluís, ya que se adjuntan fotos correspondientes a dicha sección.

Un parque urbano que se inauguró hecho una preciosidad y que ahora languidece desde hace años por la desidia municipal en el hacer de  las personas o departamentos que deberían cuidarlo. Un pequeño pulmón verde que se supone debe, además de embellecer, proteger el ambiente, dar un respiro a las personas que lo frecuentan para pasear o simplemente respirar un poquito menos humo del habitual.

Pero no, al contrario de servir para lo que se proyectó, se ha convertido poco menos que en un estercolero y un lugar donde día sí y día también desaparecen especies vegetales que no se reponen, quedando cada vez menos árboles por la sencilla razón de que cuando se estropean –por falta de cuidados- sencillamente se talan y se acabó el problema. Esto mismo ya fue denunciado por mi anteriormente y quedó –una vez más- en saco roto, sin actuación alguna por parte del consistorio, que vuelve a mirar hacia el otro lado.

Observarán que mi carta tiene un tono mordaz, poco delicado con el Ayuntamiento, pero es que intento que alguien reaccione,- que no es tan difícil- y tome medidas, aunque sean mínimas (no aspiro ni confío demasiado) para solucionar un problema al cual ni se le presta atención ni se  tiene en cuenta la magnitud que representa, algo que debiera ser prioritario en lugar de tantos fastos inútiles, tantos desfiles de Magas y tanto postureo por parte de la corporación que se supone vela por sus conciudadanos.

Mucho gasto inútil en maceteros, en cuchipandas y en intentar ofrecer una imagen de Valencia en la que se olvida a los barrios. Porque sí, porque la cruda realidad es que existen al menos dos tipos de ciudadanos, según lo visto, y consecuentemente se les trata con mayor atención que a los otros. Me refiero, por ejemplo, al aspecto que presentan, sin ir más lejos, la Avenida del Reino y la Gran Vía del Marqués del Turia, con sus jardines hermosos y bien cuidados, con sus setos recortados y sus árboles podados, identificados con etiquetas, mantenidos a salvo de plagas, mimados en una palabra.

A partir de ahí y hacia las afueras cambia la cosa radicalmente, como si existiera –que existe, aunque invisiblemente- una frontera entre ricos y pobres, entre la Valencia de la gente guapa y el gueto de los demás que, no lo olviden, pagamos los mismos impuestos y deberíamos tener, consecuentemente, los mismos derechos, máxime en un gobierno municipal que se las da de izquierdas y de socialista o vaya usted a saber, que yo tenía entendido desde pequeñito que estos señores están para servir al pueblo, pero ni flores.

Y volviendo al meollo de la cuestión les comento que mediante las fotos que me he tomado y me gustaría acompañar a esta reclamación-sugerencia (y no puedo adjuntar) intento que se tomen un poco, solo un poquito en serio mi carta y mi cabreo. Me explico: a veces en invierno y también en otras estaciones se producen ráfagas de aire violentas que atacan a la arboleda con rabia. Muchos de estos árboles son monumentales y/o cuanto menos altos en exceso, cuyas ramas llevan tiempo sin podar y sanear; en particular los plátanos de sombra que, tras más de cuarenta años viviendo en el mismo domicilio, nunca he visto podar, como si que he observado en alguna población que tiene esta especie y la dejan prácticamente pelada para que vuelva a regenerarse. Pues bien, al igual que estos árboles hay otros a los que no se presta atención alguna, de modo que sufren serios daños y desgajamiento de sus ramas –algunas con muchos kilos de peso- lo cual lleva consigo que la siguiente actuación de los servicios correspondientes se limite a tirar de sierra por la base y a otra cosa mariposa.

Así pues, cada vez tenemos menos árboles y más ¿biodiversidad?, término este acuñado por algún sesudo asesor para denominar al abandono, por referirse a los hierbajos que nos rodean en las calles, parterres y alcorques de los árboles. Por justificar la miseria, vamos.

Hace dos días, un enorme árbol cuyo hermano gemelo ya fue arrancado tras un grave desgajamiento de parte de su estructura, un árbol con un porte considerable y hermoso sufrió a su vez la caída de una gran rama debido a su peso y a su abandono. Dos días llevan sin aparecer los servicios del Ayuntamiento aunque solo sea a ver qué pasa y decidir qué se va a hacer al menos con los restos, que luego ya veremos si tiramos de serrucho, que es lo más fácil.

Ya sé que no va a gustar mi carta, pero me importa bien poco, porque lo que realmente sí que me importa es tratar de despertar la conciencia de alguna persona con capacidad y poder de decisión para acometer el asunto como se supone se debe de hacer. Pero tengo dudas de ello y muchas, a pesar de que en mi fuero interno quiero creer, tal vez ingenuamente, que incluso pueda haber alguien que sea a la vez funcionario municipal más o menos importante y ciudadano a pié de calle como yo que se atreva, porque hay que atreverse, a tomar el toro por los cuernos y adecentar su ciudad.

Que no lo olviden, también es la mía.

Atentamente.

-Miguel A. García Puig-

DNI: 22.520.169H.

 Ver las fotos adjuntas que no pude enviar en mi instancia al ayuntamiento.