Estoy en Cullera. No son todavía las doce de la noche, la hora de las brujas,
pero falta poco y, como suele ser costumbre, es la hora en la que mis ideas
llegan a la cabeza, siendo imposible, a pesar de que mi esposa me lo recrimina,
que tenga que escribir lo que bulle en mi cabeza.
Estoy en la terraza del apartamento que tengo junto con mi madre, es decir,
en nuda propiedad para los más enterados, y sopla una brisa del mar que me hace
sentirme en la gloria, si es que, como tal, existe. Comoquiera que es bastante
improbable que me toque una Primitiva que haga variar sustancialmente mi vida,
esta es la mejor manera que tengo de disfrutar de lo tangible, de lo que
dispongo sin necesidad de esperar quimeras bastante difíciles de llegar a ser
una realidad.. Y por eso, porque me encuentro tan a gusto con este silencio,
este bienestar, esta calma que solo encuentro aquí, no puedo sustraerme a
pensar en cosas, buenas y malas, accesibles o inalcanzables.
Últimamente andan las cosas bastante alteradas, sea por la guerra de
Ucrania, que es la que parece tener la culpa de todo, como anteriormente la
tuvo la Covid-19 -¿o quizás todavía la tiene?-, y en los medios no hacen más
que repetir hasta ser cansinos, que la cosa va bien, que somos los más guapos
de Europa, los que menos problemas tenemos y los que no hemos de quejarnos de
nada, porque otros están peor. ¡Ja!.
Eso dicen por ahí, veas la televisión que quieras, todo son personajes, ¿o
debería decir personajillos?, que opinan sobre lo divino y lo humano sin
apreturas, sin pararse a pensar en lo que dicen, con tal de llenar el espacio
que les dispensan en las distintas cadenas y periódicos.
Lo cual me hace preguntarme con pena si equivoqué mi oficio, que no citaré
por simple y normal, en lugar de haberme dedicado, con algún apoyo, a opinar.
En definitiva, que quiero ser contertulio, palabra esta que aglutina a
personajes de diversa especie, todos humanos, eso si, que se dedican a acudir a
diario al set de televisión llámese X para largar sin reparos sobre los temas
que allí se debaten, o también, si no se es tan afortunado, a escribir unas
pocas líneas en una colaboración diaria -con suerte- o semanal en algún medio
escrito.
Y digo que me gustaría porque me siento capaz de decir tantas incoherencias
como ellos sin ser tan mediático, y llevármelo crudo día a día, aceptando
incluso que me lo remuneraran a mes vencido, da igual. Porque, a poco que se
preste atención a su "trabajo", se da uno cuenta rápidamente del
hecho incuestionable de que opinar y emitir sentencias resulta fácil, máxime
cuando se habla todos a la vez, cuando no se respetan los tiempos ni los
turnos, cuando se trata de ver quien la tiene más grande o es más maleducado,
más alto despotrica o menos deja hablar a los demás.
Más cenutrio, en suma.
Y a pesar de eso, a pesar de ir contra mis principios, porque yo, al
contrario de Groucho Marx que decía: "Estos son mis principios, pero si no
le gustan tengo otros", y debiendo de costar mucho el hecho de tenerlos
que cambiar, a pesar de eso me reitero en añorar ser uno de esa especie, porque
me daría la oportunidad de expresar cosas que a la mayoría de la gente les
están vedadas porque sí, porque no disponen de los medios que tiene ellos para,
al menos tener el derecho de réplica, para poder objetar que no se está de
acuerdo con lo que dicen o lo que se piensa, porque es muy fácil, y no le quito
mérito, estar en una posición que algunos se han ganado, bien sea por sus
propios oficios o quien sabe porque, y sentirse por encima del bien y del mal
para, desde su atalaya, hablar de lo que quieran de la actualidad o de lo
pasado, y que, cuando alguien disiente de algún modo, o por alguno de los pocos
recursos disponibles, expresa su discrepancia, tardan bien poco en machacar la
disonancia con mayor o menor agresividad, sabiendo que no es posible la réplica,
porque no hay medio alguno de hacerlo y porque, ¡hasta ahí podíamos llegar!,
enmendar la plana a la estrella que tanto brilla.
Y eso sin hablar de lo que económicamente redundaría en mi economía,
porque, a pesar de que mi señora esposa intenta cada semana que nos toque la
Primitiva, ni por esas, con lo cual debemos de seguir con lo que el destino ha
dispuesto para nosotros que, sin ser malo, podría ser mejor, que duda cabe,
aunque probablemente, como dice mi amigo Pepe, si me tocaran muchos millones en
la lotería, mi vida sufriría una transformación para nada aconsejable -eso dice
él, como se nota que es abogado- pero a mí, aunque solamente fuera ya en mi
cercana tercera edad, no me disgustaría probarlo.
Aunque me equivocara.
Tantas veces lo he hecho en esta vida.
-MiguelitoNews-
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