Querido Andrés:
Hoy es tu cumpleaños, y como siempre quiero felicitarte, aunque no me sea posible hacerlo en persona, pero hay algunas costumbres que no deben perderse. No lo puedo decir con seguridad, pero desde luego son cincuentaymuchos, porque siempre te lamentabas del tiempo que te faltaba para poderte jubilar.
De natural, cada año que se cumple suma, pero no es el caso porque ahora, en vez de sumar resta, y digo que resta porque es un año menos que puedo gozar de tu compañía y, sobre todo, de tu amistad. Todavía no me hago a la idea.
Recuerdo las muchas, innumerables veces que nos decías que te atropelláramos para sí poder estar de baja –algo impensable para los autónomos- o, mejor aún, dejarte de trabajar, aunque solo fuera unos meses. Barbaridades como esa, y otras por el estilo, eran comunes en nuestro día a día, a pesar de que creo firmemente que lo decías en broma.
Eras un hombre entregado a tu trabajo, aunque no fuera el que más te hubiese gustado desempeñar, y por eso echabas tanto de menos un poco de calma, de sosiego, de no tener que ir de puto culo. Cómo nos hemos reído contigo cuando soltabas los chascarrillos que, siendo siempre los mismos, nos hacían efecto instantáneo.
No puedo evitar la sonrisa al recordar cuando decías aquello de “Señora, ¿usted sabe lo bueno que esta el vino con gaseosa?”, cuando te preguntaban angustiadas cuanto iba a durar el estar sin agua. O aquello de pretender que trabajases colgado en un patio de luces “como si fueras un acróbata del Circo del Sol”.
Era imposible contener la carcajada a pesar de sabernos de memoria el dicho. Siempre tenías a mano una salida parecida para así liberar la tensión y el esfuerzo que, por las características de tu trabajo tenías que sufrir.
Cada vez que entro al baño, cada vez que me falla un grifo, cada vez que me ducho, cada vez…….me acuerdo de ti, enormemente, dolorosamente. Es tan patente tu falta que difícilmente puedo sustraerme al hecho de no poderte ver al menos cada fin de semana. El tiempo dicen que todo lo cura, pero hay cosas y cosas, enfermedades del cuerpo y también del alma, que son más difíciles de curar.
El año que viene volveré a felicitarte, no lo dudes, porque tu enorme corpachón ha dejado un hueco muy grande de llenar en mi vida. Tan grande como nuestra amistad.
Tu amigo.
-Miguel-
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Gracias
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