lunes, 8 de marzo de 2021

CARTAS A MI AMIGO. (Nadie como tú).

 

Querido Andrés:

Ayer mismo estuve en tu casa para ver a tus Marías, porque desde hace mucho tiempo estamos confinados en nuestra ciudad por el tema ya conocido del coronavirus, y este fin de semana pasado abrieron la mano un poco las autoridades y nos dejaron salir al recreo.

Aunque me sentía casi como si estuviera en libertad provisional vigilada, algo es algo, y pude ir un rato a Cullera. Y digo un rato porque el tiempo no acompañó, con lluvia y frío, así que me tuve que volver el domingo por la mañana, y fue entonces cuando aprovechamos Montse y yo para visitar a la parte de tu familia a la que no había podido ver todavía.

Hablamos y lloramos, como no, era inevitable pero a la vez necesario porque no había tenido ocasión, primero por la prohibición de juntarse varias personas (ni a tu entierro pudimos ir), y segundo por respetar mínimamente el dolor en los días posteriores. Y eso pesaba mucho en mi conciencia y era una tarea inaplazable e ineludible.

También estuve unos minutos con Luís, en la puerta de su casa porque le dije que no viniese al Faro con el tiempo tan asqueroso que hacía. Necesitaba darle un abrazo, como también necesito dárselo al “señor Pepe”, que dices tú. Porque dar la mano o, en su defecto el codo, que es la moda ahora me parece poca cosa según con quien y para quien. Ya quedaré con él.

Tus chicas están bien, tristes, mucho, pero plantándole cara a la vida, a la cruda realidad que han de afrontar sin ti, con una foto que preside el comedor de tu casa. Pero en esa foto, perdona que te lo diga, no eres tú. Es una creo que de la boda de Joan, y estás sin barba, “mudat” como suele decirse. En definitiva, que es otro Andrés, que me lo han cambiao.

Estarás de acuerdo conmigo, lo sé, -y si no me importa un huevo- en que tú estás más en sintonía con  Brutus, el enemigo de Popeye en los dibujos animados, que en el aspecto que ofreces en la foto en cuestión. Si preguntáramos a cualquiera de los que te conocieron, si les pidiésemos un retrato robot tuyo, el resultado sería, sin dudarlo, el del meninfotisme indumentario.

Últimamente con tu sempiterna gorra, en invierno con el modelito ruso o de expedición al Ártico y en verano con una más apropiada a los calores; con tus pantalones de chándal llenos de manchas (los mismos que usabas a diario para trabajar), con tus llamativas camisetas de provocadores eslóganes. Recuerda: “Me alquilo por horas”, o con tu bañador de grandes flores amarillas, con la que se te veía enseguida en la playa.

Pero si hasta para casarte tuvieron que ir a comprarte el traje porque no te daba la gana de ir tú. Eso nos has contado siempre. Si es mentira allá tú, aunque  lo creo firmemente. Pues eso, que en mi memoria y en la de tantos otros te recuerdo así, muy en plan Andrés, con todos sus defectos y sus virtudes, que de las dos tenías un montón.

La foto que encabeza esta carta se la pedí a María porque la verdad es que no tengo muchas tuyas, y trato de recopilar las que puedo. Las imágenes, hasta las que tenemos en nuestro cerebro se van difuminando con el tiempo, y llega un momento en que es difícil recordarlas. Pero eso no quiero que pase; por eso mismo tengo una foto tuya que acabo de imprimir en papel y la voy a colocar en mi apartamento de Cullera.

De ese modo seguiremos viéndonos a menudo.

Tu amigo.

-Miguel-

 

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