martes, 17 de marzo de 2020

MI CUARENTENA (Cuaderno de bitácora). Día 1: El caos.





Un día antes, o incluso dos, de establecer la obligación de guardar la cuarentena, y teniendo en cuenta que en Valencia muchos valencianos huyen de las Fallas -yo uno de tantos- pasé por un supermercado conocido para completar ciertas cosas que hacían falta con vista a trasladarme toda la semana al apartamento de la playa. Así, de paso que mi perro me lo agradecería eternamente, pasaría esos días con tranquilidad.

En éstas estaba cuando ví con estupor la vorágine de personas en el interior del establecimiento asaltando los lineales como si se acabara el mundo. ¿O es que se acababa y yo estaba en la inopia?. Lo dudo. Además de que las estanterías se vaciaban con celeridad, cuando los empleados salían con los transpalés del almacén para reponer, la gente se abalanzaba sobre ellos cogiendo indiscriminadamente todo tipo de cosas, sin importarles, a priori, la necesidad de tenerlos.

La estulticia humana no tiene límites, -la tontuna, en lenguaje vulgar- lleva al grupo a actuar por imitación, por inercia. De otro modo no me lo explico. Gente mayor, que ha pasado una guerra, con todo lo que ello conlleva, no puede, no debe sentirse tan afectada porque si, porque el resto lo hace. Ellos si que han sufrido de verdad la falta de alimentos, las penurias, las estrecheces. Pero somos animales gregarios, y eso se nota.

El pararse a pensar un poco, el organizar las ideas de uno en su cerebro sin prisas, es prioritario para actuar en consecuencia. Pero se han visto muchas películas de tragedias y, sobre todo, se ha leído -se lee- muy poco. Y eso hace que la incultura crezca exponencialmente, sobre todo en los jóvenes, que deberían de ser nuestro futuro. 
Y da miedo. 

Me fuí sin comprar nada.

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