sábado, 28 de marzo de 2020

MI CUARENTENA (Cuaderno de bitácora). Día 13. La envidia cochina.

No lo uses como excusa para salir y abandonarlo después. Él no lo haría.

Hoy hace un día precioso en mi ciudad. Lástima que no lo pueda aprovechar por lo que todos sabemos. Esta mañana he bajado a pasear a mi perro como cada día (qué suerte, pensarán algunos) y no les falta razón porque es el único momento, quitando el ir a la compra, en que puedo salir debidamente legitimado a la calle. Y observo con desagrado que algunas personas, por llamarlas de algún modo, se han relajado en cuanto a la recogida de los excrementos de sus mascotas. Otras, demasiadas, no lo han hecho; sencillamente no lo hacían antes, así que ¿para qué lo van a hacer ahora?. 

Eso redunda en cantidad de heces en las aceras, añadido a que el personal de limpieza del Ayuntamiento también ha sufrido un recorte importante, con lo cual el binomio es fácilmente constatable. También veo aumentado considerablemente el número de personas que pasean a su perro, o es que, como somos pocos los que estamos en las calles, eso hace que parezcamos más.

Y esto me lleva inexorablemente ha hablar de un tema que leo ya demasiadas veces en la prensa. El tema de los que piden prestado un perro al vecino, al amigo para pasearlo. Gente que despotrica generalmente y que ahora le viene, o le vendría de perlas el poder contar con una mascota. No importa raza ni tamaño. ¿Para qué?. Si luego, pasado el confinamiento (él no lo haría) lo va a abandonar cuanto antes. De ahí que haya crecido la demanda en los albergues municipales y/o privados para adquirir uno; y yo confío en que los responsables de estos establecimientos hagan uso del sentido común para denegar las peticiones.

La cuestión, según mi entender, es que la envidia está a flor de piel, al igual que la demuestra la gente que desde sus balcones o ventanas increpan a un padre con su hijo discapacitado o al dueño de un perro porque, según ellos, salen demasiadas veces de paseo. Mi perro baja, desde siempre, cuatro veces al día y ahora no lo puedo soltar para que haga ejercicio, que le hace falta como a todos nosotros, ni para que se acerque a otros animales o personas. Pero la cuestión es criticar, que sale barato.

En otro órden de cosas, me alegra transitar por la calle cruzando el carril bici sin sobresaltos, sin tener que ir preocupado de evitar la bicicleta que viene por la acera en sentido contrario, o en el mismo sentido de mi marcha; sin oir sus reproches cuando les reconvienes al decirles que la acera es para los peatones. Algo es algo.

No voy a hablar hoy de política. Me cansa. Hoy quiero hacerlo de algo que me preocupa mucho, y es de la gran cantidad de personas que mueren y van a seguir muriendo en soledad.
De todos esos que están ingresados, solos, sin el consuelo de sus seres queridos y de los que mueren sin que nadie les tenga cogida su mano para ayudarlos, para que tengan una buena muerte. Es muy importante, y no se piensa demasiado en ello, preocupados en no contagiarnos. 

Y muy triste.

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