Hoy he pasado por el centro de la
ciudad para echar una ojeada a los comercios que abren sus puertas tras
dejarnos salir al recreo nuestros sabios y expertos, y la verdad es que lo que
más he notado es que hay menos bicis por la calle y más coches, y por supuesto,
más gente sentada en las terrazas de los bares, y eso que no eran todavía las
9:30 de la mañana.
Y es que por lo visto había mucha
hambre de bar, o al menos mucha sed, según lo visto y claro, había que coger
sitio cuanto antes por aquello de la oferta y la demanda. Esperemos que nos se
nos vaya de las manos y sea peor el remedio que la enfermedad, porque somos
animalitos de costumbres y nos cuesta seguir las normas, máxime después de
tanto tiempo.
Ayer olvidé citar el número de
fallecidos, que ascendió a 87 y hoy, aunque he tenido que esperar a la tarde
para conocerlo, nos dicen que ha bajado hasta 59. Ojalá estemos en el camino y
no sea un espejismo, porque ya dije que realmente sabremos la incidencia de la
desescalada en una semana más o menos que será cuando se haya pasado el periodo
de contagio con respecto a la primera vez.
Y también hoy he recibido la visita de
mis hijas y nietas con gran alegría, por lo que esta entrada será más corta
debido, principalmente, a que hemos tenido que prepararnos para comer todos
juntos, abrir la mesa y sobre todo recoger luego todos los juguetes que las
niñas habrán esparcido por el suelo, que no serán pocos. Pero estaba loco porque
llegara este día y poder abrazar a mi familia tras el encierro.
Mañana volveré a meterme con el
des-gobierno y todo lo demás, que hoy no es momento ni me encuentro con ganas
para ello. Hoy ha sido una entrada sin mayor trascendencia porque había cosas mucho
más importantes que hacer.
No sabemos el valor que tiene la
libertad hasta que la perdemos. Aunque sea por un tiempo.
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